En momentos de gran convulsión, cuando las emociones revolotean anárquicas como la hojarasca en los torbellinos, solo los poetas pueden atrapar las palabras exactas que esclarecen los acontecimientos. Vivimos unos días de esas hechuras. El adiós a las armas de ETA ha hecho aflorar hasta nuestros corazones tales cantos rodados de la memoria que casi no sabemos a que atenernos. No podemos levantar la copa de vino mirando feliz los ojos al amigo, pero tampoco recelar tanto como para permanecer a cubierto de la trinchera arma en mano.
Solo hablan con desahogo aquellos que en este danzón de muerte y dolor buscan la victoria. A quiénes solo aspiramos a la paz y alcanzar esa libertad de andar por la calle solo con el pesado helio de nuestros sueños, nos ha gustado escuchar, aunque sea por la boca del escopetero, que no habrá mas violencia por su parte. Por el momento parece suficiente, o mucho, una enormidad según miremos. Preguntemos a la víctima que nos pueda escuchar qué produce más miedo si el silbido de la bala cierta o la duda de si volverán a las andadas. La mayoría estamos demasiado atenazados por el dolor y las ansias de revancha que nacen cuando la sangre inocente aún está tibia. Ahí se fraguan los cimientos del odio y el fanatismo que luego nos impedirán perdonar.
Necesitamos tiempo para conversar, tiempo para que el lenguaje político sea barrido como la contaminacion que se lleva la lluvia. Los contendientes directos en esta pugna siguen cargados de las endorfinas que produce la refriega y todos quieren atribuirse la victoria aunque sea la de la propaganda. ETA y su mundo hizo creer a los gobiernos democráticos que el conflicto del norte era una guerra. Y ahora, al callar las armas, ambos se afanan por colocarse el laurel del vencedor. Y ése es uno de los grandes nudos de estos días: solo hay perdedores.
ETA que se rinde arrinconada y mínima , las víctimas, sus familiares y amigos, el inmenso dolor de los españoles y algo aún mas desgarrador: ¿ medio siglo de terrorismo para qué ?¿qué ha conseguido ETA ?. Rubalcaba es el único político que ha expresado esta desazón. Porque sí, puede que tras unos años los vascos se detegan a admirar los campos de amapolas sin reparar a sus espaldas, pero ¿ hubo en algún momento alguna razón para condenar a tantas personas al martirio?.