Esto de los juicios, incluso los sumarísimos, ya no mola. ¿Para qué tanta perorata de leguleyos y bla, bla de tertulianos y políticos si todos sabemos que el culpable es el culpable?. La jurisdicción penal Internacional ha sido una moda efímera (que se lo pregunten a Garzón) y la nacional camina rauda por las mismas rodadas.
En España ocurre que un etarra sale de la cárcel después de cumplir treinta años de condena y muchos organizan un gran escándalo. ¿Quieren que se pudra en la cárcel o que lo maten?. En estas debe de andar la altísima administración norteamericana cuando hace desaparecer en el mar el cuerpo de Bin Laden por las buenas. Y han explicado este hecho inquietante con argumentos “de coña”. ¡Ni en el TBO se relajaban tanto!.
Pero la decepción no nos llega desde USA, ni siquiera de un Obama tan desvaído ya, sino del coro de voces de nuestros dirigentes europeos que batieron palmas por la muerte y desaparición del criminal. Vivimos un abrasivo arranque de siglo. Salimos del XX preocupados por la pérdida de valores que arrastrábamos, pero en pocos años aparcamos los que aún nos quedan; por ejemplo, el de enjuiciar antes que ajusticiar nos lo saltamos a pídola. Pareciera que mutase a gran velocidad el concepto de justicia universal hasta transformarse en rabia global.
Las voces más repetidas en Estados Unidos y Europa se parecen cada vez más a las letanías amenzantes del islamismo radical que nos odia. No obstante, la propaganda nos cuenta que con la muerte de Bin Laden bajará la amenaza terrorista, aunque nadie lo sabe y, en especial, quien ha decidido que estas palabras circulen por el mundo, incluida la red, como un mantra.