El Oportunista

Suele pasar: aquellos que con más ardor e insistencia defienden en público «sus convicciones y principios», carecen de ellos. A estas personas habitualmente se les llega a descubrir con el paso del tiempo. Pero son innumerables los que desaparecen dejando una imagen de pedestal que una primera biografía no especialmente exigente les hace añicos. Existen, no obstante, radiólogos sociales que los huelen a tiempo «pero el contexto» les impide denunciarlos con la suficiente potencia de voz. Estos personajes, mayoritariamente, son los que llamamos oportunistas, o sea, aquellos que priorizan las circunstancias de tiempo y lugar sobre todo lo demás. Estos últimos días se  ha visto por la television cómo Aznar se proclama como un oportunista. Ahora que todo apunta a que Rajoy va a ganar, se aloja en sus brazos y lo piropea desde la tribuna. Éste es el mismo hombre que solo ayer vapuleaba en privado y desairaba en público a ese estólido gallego que pronto será presidente según todas las encuestas. ¿Qué ha mediado ente uno y otro hombre?. Nada. Solo han cambiado las circunstancias. Sus intereses particulares serán mejor atendidos si halaga y apoya a Mariano en estos momentos. Para muchos ciudadanos de su segmento ideológico será una sorpresa este nuevo looping de Aznar pero para el observador político atento no. Aznar, como Tony Blair, entendió  desde el principio que su influencia, capacidad y agenda se tenía que traducir en dinero al salir del Gobierno. Para continuar progresando en tamaña ambición tiene que estar a bien con los suyos ahora que de nuevo van a ganar. Hace unos años, cuando Los Muñegotes triunfaban en Canal+ y nos traían a un Aznar desprejuiciado y casi divertido, que en nada casaba con el de los telediarios, el periodista preguntó la razón de ese personaje a sus guionistas. Me respondieron que a su entender Aznar no creía en casi nada, acaso solo en sí mismo. Voilà.

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