Algunos políticos socialistas han insinuado que los populares habrían estado detrás, o quizás solamente al tanto, del plante devastador de los controladores. Parece exagerado. Sin embargo el comportamiento posterior de la dirección del PP podría estar dando la razón a esos socialistas acusados de insidiosos. Los populares han lanzado una campaña fenomenal con el fin de desprestigiar la acción del Gobierno en el affaire controladores y demonizar a sus principales protagonistas, en especial el ministro José Blanco. El ruido que emiten el PP y sus coros es tan atronador que incluso pasa a segundo plano la fechoría cometida por esos angelitos de las torres de control. Salvando las distancias, aunque quizá no tanto, es como si tras el 23F los políticos del momento hubieran hecho prevalecer el ventilar el papel del gobierno de Suárez, que ni previó ni impidió la asonada, a castigar la felonía de Tejero. Afortunadamente los políticos de la transición hicieron lo correcto y el golpismo quedó desterrado de España. No estoy seguro de que en este expediente crítico estén a aquella altura. Y es poco entendible su comportamiento, pues los controladores en España son unos viejos, y bien tristes, conocidos por todos, y el sabotaje cometido la tarde del viernes, día 3 de diciembre, uno de los sucesos más ominosos de las últimas décadas. Cabría recordar ahora la emboscada que hicieron en enero de 1981 a Suárez, su gobierno, su partido y, por extensión, a todo el país. Se pusieron en huelga y provocaron la suspensión de un congreso nacional de UCD que había de celebrarse en Palma de Mallorca, pues ningún delegado pudo acudir a la cita. Y continuaron el paro a pesar de la catástrofe. Pocos días después Suárez dimitió de Presidente del Gobierno. Nadie en aquel momento relacionó ambos sucesos, pero, oh casualidad, sólo entonces volvieron los controladores al trabajo. Así las cosas, si el Gobierno no pone en su sitio ahora a estos señoritos porque los políticos se enredan en sus pendencias, la victoria de los saboteadores será histórica y el hastío ciudadano olímpico.