Liderazgos

Líder es aquel que una gran mayoría ciudadana comparte sus actos, incluso si ellos no son, o  pudieran no ser, moralmente aceptables, incluso ilícitos. Los líderes más descollantes son aquellos que aparecen en momentos de zozobra o calamidad. Hay épocas más proclives que otras para el nacimiento de estos humanos raros, mixtura entre el héroe clásico y el santo cristiano. El momento presente no parece estar tocado por esa virtud. En lo referido a la cosa pública en concreto, la ausencia de liderazgos es pavorosa. Sólo es posible reconocer a dos notables: Mandela, en el retiro y Lula, próximo a salir del gobierno de Brasil. Esta un Obama por ver, es decir, si logra no ser engullido por la feroz derecha norteamericana, y acaso Putin. Nadie más. Otros que a sí mismos se intitulan líderes como Sarkosy o Berlusconi son sólo maniobreros de la imagen que se benefician del derrumbe de la izquierda en sus países. Sin embargo, este es un momento en que las sociedades piden liderazgos, personas en quien confiar que conduzcan movimientos para llevar esperanza y confianza a los ciudadanos. Pero no se aparecen. El derrumbe de la crisis económica es tan colosal y las herramientas en manos de los gobiernos tan escasas que poco se puede hacer, incluso si se tiene el alma de un líder. Les queda poco más que el talento y la palabra. Pero de estas materias tampoco abundan. La inteligencia mayormente está en la empresa y acaso en la investigación y la universidad, y la palabra hace tiempo que fue envenenada por la promesa vacua y la demagogia. Así las cosas, aspirar en España a tener un presidente del gobierno en quien confiar o, acaso, en el líder de la oposición es cosa harto dificultosa. El primero viene siendo machacado de manera inmisericorde desde el primer instante por la tremenda derecha española, y al segundo no se lo cree nadie,  en especial los suyos más fieles. Parece pues que estemos abocados a nuevos tiempos de héroes. Vayámonos confesando.