La alarma como estrategia

Todo lo que pasa en este mundo obedece a una o múltiples causas, absolutamente todo. El azar, claro, existe pero sólo porque todavía no logramos explicarlo. Sin embargo, los humanos –especialmente los políticos y los colectivos o sociedades muy atrasados- nos empeñamos con contumacia en intentar desmentir tal evidencia. En las últimas semanas, y en nuestro país, muchos asistimos atónitos a la existencia de algunos debates (¿?). El más increíble es aquel que ha lanzado el PP en la arena roja de nuestras playas en este ferragosto. Resulta que tenemos un Gobierno, a la manera de los nazis y otras dictaduras, que espía a los populares sin someterse a más normas que las de su capricho inquisitorial con la única intención de “expulsarlos del mapa”.Y ha resultado que semejante bulo imposible es la canción del verano político. El otro trata de alarmar  sobre cómo maneja la Sanidad Pública la prevención y el tratamiento de la nueva gripe. Que a cada persona que fallece por su causa, o que esta fiebre favorece el deceso, se le dé un tratamiento de hecho transcendental, tal cual si de una víctima del terrorismo se tratara es excesivo; sobre todo porque quienes encienden estos miedos saben que la gripe común es causa poco adyuvante de cientos de miles de defunciones en el mundo cada año. El otro trueno que buscará aislar la verdad llegará de inmediato. Se trata de la subida de impuestos –poco o no tanto- que el Gobierno promoverá. Se dirá de todo menos lo palmario: que es inevitable. Pues, ¿existe algún estado serio en el mundo que no acuda a la subida de impuestos, entre otras medidas, claro, para contener el déficit público?. Con seguridad, no. ¿Entonces por qué aquí se montará otro escándalo por algo tan evidente?. País.

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