Fútbol

De siempre me resultó extraño que afloraran tan pocos asuntos turbios del mundo del fútbol teniendo en abundancia unos dirigentes tan poco presentables. Me inquietaba, también, que el periodista que los sigue tan de cerca y con no poca pasión fuera tan tibio a la hora de afrontar sus asuntos extradeportivos. No obstante ello, era (y es) imposible tener una cierta proximidad con algún empresario, o similar, que haya rozado el sillón de alguna directiva de club profesional sin que te lleguen comentarios de pufos, sobreprimas, regalos, chicas alegres y otros amaños. ¡Y no hablemos del gozo que produce el relato del colega de deportes que estuvo una semana empotrado en la concentración de ese club grande! Pero ahí se queda habitualmente todo; la declaración patosa tras el partido, el gorro de Messi , la enésima crisis del Real Madrid o el Barça lo cubren todo.

Así las cosas, pareciera que el masivo seguidor de fútbol profesional quisiera pasar de esos líos que tanto se parecen a los que alborotan el mundo político o empresarial. Se diría que al aficionado de tal o cual club solo le interesa que ganen los colores de sus amores. Y ahí estábamos cuando aparecen dos conversaciones entre jugadores y directivos que relatan cómo se tramó la permanencia en Primera de unos en detrimento de otros mediante sobornos. Por asuntos similares en Italia o Francia son varios los que han ido a la cárcel. Aquí nadie apostaría por que estos casos prosperaran. Pero aunque sea por una vez deberíamos equivocarnos. Es hora que la Fiscalía entre también en los palcos.

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