
El miércoles 7 por la tarde me llamó Abdel. Lloraba. Noté sus lágrimas antes que sus palabras. Supe al instante que la muerte había pasado de nuevo su guadaña por nuestras gargantas de occidentales. “En esta ocasión ha sido en París. Estos asesinos que invocan el nombre de Alá…” Y Seguir leyendo