Agredir a una mujer

Paula Nevado
Fotografía: Paula Nevado

Estados Unidos destapa un nuevo hedor social. Otro más.  El gran Estado del dinero y la guerra, pero también del trabajo, la investigación y el cine, es uno de los escasos territorios del mundo donde pervive aún el mejor periodismo, el que consigue aflorar grandes abusos y desmanes del poder y de los hombres.

La última revelación escandalosa desnuda al archipremiado e influyente productor de Hollywood, Harvey Weinstein. Durante décadas, ha venido siendo un acosador, un violador de mujeres. Las revelaciones periodísticas de The New York Times y The New Yorker lo han tumbado. Ha tenido que desaparecer del plano por la fuerza de los escupitajos, como sucedió en ocasiones, a los peores hombres que dio nuestra especie.

Como tantos otros en la historia, ha sido descubierto para todos después de que durante demasiado tiempo su círculo del cine lo supiera, o lo sospechara, o lo intuyera. Ocurre de la misma manera siempre que tratamos los temas relacionados con el sexo y sus depredadores: sus víctimas, avergonzadas y paralizadas por la cualidad de la agresión del caníbal,  callan horrorizadas pues no pueden eliminar de su piel el cieno del infierno con que las embadurnó el monstruo.

La mayoría de las víctimas no salen casi nunca de su jaula de dolor, miedo y asco, y conviven para siempre con esa sentina de violencia. Pero muchas (cada día más: “Lo nuevo es que las nuevas no callen. Benditas sean”, escribe Luz Sánchez-Mellado, la periodista más desenfadada y directa de España) van dejando jirones de su dolor a familiares y amigos, de tal suerte que a través del boca a boca que somos todos, llegamos a tener noticia de que la práctica del acoso sexual es uno de los males más extendidos en el mundo, que la mujer sufre el zarpazo y la caza (humillación) del hombre de manera habitual y continua.

 

Romper el silencio

 

El enorme velo rasgado por la prensa norteamericana los últimos días ayuda a que, por su tronante fisura, asomen voces de otras mujeres atacadas en todo el mundo. Las que denuncian son muy pocas aún, pero suficientes para romper el silencio que millones de ellas guardan.

En este episodio tristísimo se dan similitudes miserables con los escandalosos casos de pederastia y abusos sexuales de curas y monjas católicos. Su pestilencia ha inundado miles de parajes urbanos donde se erige un seminario o colegio de la iglesia de Roma. Y una vez más, tuvo que ser un periódico norteamericano el que hincó su tenedor en el falo de la bestia.

El film Spotligh, ganador del  Óscar a la mejor película del 2015, deja muy claro cómo una investigación periodística (que no es una filtración) del The Boston Globe pudo destapar uno de los episodios más negros de la Iglesia católica en la era moderna: centenares de curas abusadores y miles de alumnos atacados. Después aparecerían decenas de miles de niños y niñas más infectados por las manos y la lengua venenosas de estos falsos enviados de Cristo en la tierra en numerosos países del mundo. Pero no en la hasta hace pocos años ultracatólica España, donde apenas “han asomado tres lamentos”. Aunque todo puede llegar porque, como dice Luz Sánchez-Mellado, lo nuevo es que los nuevos no callen.

PAULA NEVADO
A Paula Nevado, su inquietud y sensibilidad familiar, le han llevado a formarse en diferentes disciplinas creativas y trabajos artesanales. Desde hace años se las tiene con la luz y sus caprichos para adobar con ellos las imágenes que le interesan. Con esta colaboración traslada de manera abierta la búsqueda del mundo que solo puede capturar su ojo. Puedes seguir su trabajo en Instagram: @paula_nevado

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