Premios Princesa de Asturias y política

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Los premios Princesa de Asturias siempre traen algunos discursos que emocionan por los bellísimos textos construidos, las palabras interpretadas o la autenticidad con que se expresan -incluso con torpezas- aquellos que su compromiso con la ciencia o el arte es auténtico y de éxito. Nuestro rey Felipe VI, sumido en esa brega durante muchos años, se empeña en las últimas entregas en darnos ánimo, en que superemos el pesimismo y el desencanto, que nos agarremos a lo que fuimos y la memoria más reciente de nuestro país para encontrarnos ahí con la esperanza.

Pero tiene escaso éxito. Por desgracia los discursos del rey – mejor construidos y entonados, eso sí, que los de su padre- se asimilan a los del político. Y el político está en caída libre, en franco descrédito. Él y su equipo con toda seguridad están al tanto y tratan de remediarlo en la medida que pueden acudiendo a las mejores estrategias de comunicación y otras tretas. De momento van consiguiendo un empate, o sea, que la figura del rey y la imagen de la institución que encarna, la Corona, no se estropea al ritmo que todas las demás instituciones.

Su principal éxito es parecer que está cuando en realidad no está en casi nada: es pura transparencia elegante y con alcurnia. Claro que ese vacío de aire lo ocupan con suavidad pero a todo color los movimientos de una reina Letizia muy activa. Habla de personas deficientes y otros males con los que apechugar y tratar de remediar pero, al cabo, los reporteros solo retienen la novedad que prende de su moño tan rubio o el estampado a la japonesa de su vestido.
Así escapan de la quema de este tiempo y las mordidas venenosas de los mismos que maldijeron al rey Juan Carlos; los últimos han bajado un grado el tono del insulto hacia Felipe pero a la reina -esa plebeya- la tienen enfilada y en permanente vigilancia.

Mejor que estén así, «regular gracias a Dios», como se presenta un buen amigo montillano cuando le pregunto cómo se encuentra. Porque del rey abajo todo se parece más que nada a una ruina que nadie parece remediar y que, año tras año, se precipita aún más. Van a tener razón los sociólogos que sostienen que todo irá a peor en tanto no se frene la brecha de desigualdad creciente. Necesitamos más tiempo para asimilar que tendremos que vivir siendo el 30% de la población rica o muy rica y el 70% pobre o muy pobre. Pero ahora nos parece insoportable.

Será por ello que cuando ese novelista canadiense tan robusto llamado Richard Ford, Premio Princesa de Asturias de las Letras, afirma en su discurso del Campoamor:»Si pudiera rescataría lo que entendemos por política y restauraría el valor de esa palabra», a la gran mayoría de asistentes al acto (casi todos élite social y política) no se les movió un músculo. ¡Y es que España tiene la desgracia (o la ha buscado) de tener que investir presidente a un Mariano Rajoy como la mejor solución del momento! Llegando hasta aquí: ¿a quién puede interesarle nuestra política?

Un comentario en «Premios Princesa de Asturias y política»

  1. Magnífica reflexión, Pepe. Y un motivo más para no resignarnos y seguir batallando, al menos, como Ford, ese patriota de la clase media americana que detesta a la derecha reaccionaria y cruel de sus país, contra la ignorancia, la vanalidad y la estupidez. Un abrazo muy fuerte.

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