
La ventaja de la prensa libre consiste en que, de vez en cuando, caza algún malo en plena fechoría. La parte más triste que arroja este periodismo engolosinado con la verdad, es que cuando la roza nos espeluzna.
The Guardian reveló hace unos días que el gigante multinacional radicado en Tailandia, Charoen Pokphand Foods (CP Foods), el mayor productor y distribuidor langostinos del mundo «tiene a trabajadores en condiciones de esclavitud en barcos de pesca (…) explotados contra su voluntad, comprados como animales, sin percibir paga durante años y en turnos de veinte horas, sometidos a palizas y torturas e incluso ejecuciones a bordo de barcos de pesca».
La consecuencia inmediata de esta lectura se llama repulsión y asco. Y luego una conclusión: ¡Así pueden estar tan baratos los langostinos!. Porque sí, este crustáceo que se da en todos los mares del mundo, es una oferta de saldo desde hace muchos años. Cuando todavía nos movíamos en pesetas, había ofertas navideñas a 500 pelas el kilo, y montañas de estos «camaroes» terciados y blanquecinos iluminan desde entonces las pescaderías de muchos supermercados todos los sábados. Los ofrecen como tapa en ocasiones y no es raro el pescadero que te añade un puñadete cuando acaba de pesarte el papelón. Equivalen a esa cerveza de a 40 céntimos la caña o la leche translucida que acarreas por 45 céntimos el litro. A las patatas atropelladas que acompañan a un chato de vino.
Detrás del precio de los alimentos no siempre se adivina la competencia y la innovación, en ocasiones es el engaño, el fraude o la barbarie. Hacen falta reglas también para la pesca, producción y comercio del langostino como las había. Hago memoria de los bajíos del Guadalquivir cuando rebosa en Sanlúcar de Barrameda. En aquellas aguas semienlodadas escoltadas por la Marisma, el coto de Doñana y la mar Oceana, los barquitos chaluperos salían por las noches de dos en dos dándose la mano con una red silenciosa que arrastraban por las aguas nocturnas hasta que la alborada los llevaba a puerto con diez, veinte o cincuenta kilos de cruzados a rayas todas ellas brillantísimas. Desde aquel tiempo fijé en la memoria por siempre jamás su mejor manera de cocer: media cacerola de agua con dos hojas de laurel, una pizca de pimienta y el asomo del clavo. Cuando el agua arranca a cocer se echan los langostinos y de seguido un puñadito de sal. En tres o cuatro minutos se sacan y se vierten un un recipiente de agua fría. Se dejan cinco minutos y a comer.
Pero también son apreciados en numerosos lugares del mundo. El camarón, como así lo llaman en el Caribe o Perú, forma parte de la cultura popular. «Camaronsito duro sácame de este apuro», dice el cubano cuando no tiene la respuesta a punta de lengua. Son como los gorriones de los mares o las pelusas voladoras de la primavera. Conviven con las ciudades marineras como si tal cosa; pasean con los olores a sal y el sonido de las bocinas del puerto. Así los disfruté hace unos años en un arrabal marinero próximo a Valparaíso, en Chile. En un colmado que era vivienda, cuadra, tienda, bar, fonda y burdel, una mujeruca -todo sonrisa prehistórica- nos sirvió seis langostinos rojos que parecerían recién sacados de un tinte de cochinillas. Asados al carbón de los enebros locales, pelados, abiertos y bautizados con tres gotas de limas no eran otra cosa sino bocados de césares: esencia de mar filtrada por corales nonatos.
Sí, la noticia que nos trae el periódico inglés es muy mala, hace que suene la cara «b» del mundo. Porque la cultura dominante nos viene situando la codicia del hombre cerca materiales de gran valor: diamantes, perlas, el oro y los desfalcos millonarios en dólares. Pero no se queda sólo aquí, además patea al débil para abaratar el precio de lo más común: el viento, el agua, la arena… los langostinos.
También hay langostinos de sangre.
TERESA MUÑIZ es asturiana pero hecha en Madrid, donde estudio en laEscuela de Bellas Artes de San Fernado, y vive. Crea y enseña pintura desde siempre. La abstración, el color, la determinación y el misterio son los puntales de su obra. Admira algunas de sus pinturas en su web.