Perdonen los Ladrones

La juez Mercedes Ayala
Fotografía: La juez Mercedes Ayala

 

La juez Mercedes Ayala
La juez Mercedes Ayala

Me temo que el lío fenomenal que los papeles de Bárcenas ha traído a nuestro patio público y mediático acabará con los ciudadanos rogando a esos que alimentan los ventiladores de la mierda que paren por favor, que nos violentan el ánimo, que dejen reposar nuestro estómago después de meses de tanto vómito, que nos devuelvan ese espectáculo banal, hortera e infame de nuestras televisiones usurpado por sus vendavales de sobres, cuentas suizas y eres.

Van a tener razón aquellos que justifican pactar a tiempo las derrotas; que más vale dejarlo todo en el caso Gürtel y esos rastros que lo relacionan con el listado del extesorero popular y no aspirar a más; no recordar a la Fiscalía Anticorrupción, por ejemplo, «oye, que la cuenta descubierta en Suiza está abierta desde 1990 y se deberían saber los movimientos que tuvo desde entonces». Porque quienes atizan los ventiladores se pondrán más nerviosos y la cosa irá a peor: hasta las telenovelas y similares de la tarde se convertirán en tertulias al límite, lavaderos de la palabra que amedrentaran hasta » los moradores de las tumbas» ( Rimbaud).

Sí, con sinceridad, estimo necesario que los hechos y la ciudadanía consciente tienen que dar una tregua a nuestros afligidos hombres de poder, pues de lo contrario pudieran perder los estribos y arrancar los bocados a los caballos. Y todo se irá a la mierda. Viene bien recordar en este momento el buen hacer de la madre preferida de la sección femenina, aquella que sosegaba con el mejor plato y la más suave caricia al marido borracho y enrojecido.

Porque si se mantienen en sus trece algunos jueces y fiscales celosos de lo suyo y otros tantos periodistas tocacojones de aquí y de fuera (de los socialistas ni hablamos, ellos son un Django desencadenado aunque sin final feliz con chica), pudiera ocurrir que, al igual que de Aznar y su era no queda ni rastro (pues se borró) en las cuentas del PP, también se desvanecerá la tinta que dejaron otros, «de acuerdo con la ley», claro. Entonces no quedará caso que juzgar y pudiera suceder aquello que hoy nadie imagina: que tengamos que pedir perdón a todos aquellos que estos días no tienen manos para tapar sus vergüenzas.

Tal es la alarma desatada por ese toro llamado Bárcenas en el PP que la plaza del pueblo es un desierto y el miedo de sus militantes y simpatizantes empieza a ser compartido por sus adversarios, objetantes y hasta por anarquistas en activo. Así pues, sosiego, buen juicio y muchos políticos con sentido de Estado. ¡Sobre todo mucho sentido de Estado!.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*

Cerrar

Acerca de este blog