Vida Interior

Ana Botella e Ignacio González
Fotografía: Ana Botella e Ignacio González
Ana Botella e Ignacio González
Ana Botella e Ignacio González

En el interior del partido del gobierno (recordemos: mayoría absoluta y oposición arrasada) se agita una intensa actividad volcánica. A pesar de su aplastante hegemonía están inquietos, vivos, atentos a lo que pueda sucederles mañana sin ir más lejos. El movimiento de masa ígnea se aprecia con toda nitidez a través de la intensas fumarolas que emite Madrid. El accidente con muertes ocurrido en una instalación del Ayuntamiento de la capital ha provocado que afloren odios y ambiciones de los distintos líderes de las corrientes de poder que conviven  en el PP. Nadie sabe en qué acabará este reagrupamiento de tropas entorno a sus caudillos y si las escaramuzas de estos días concluirán en batallas. Pero eso me importa menos. Lo relevante ahora es subrayar que la derecha española no se duerme en los laureles, no le anestesia todo el poder en sus manos, no le ciega la vanidad y la soberbia propias de las gentes con mando. Ellos simplemente se entrenan para estar en forma y sustituir a aquellos de los suyos que caigan en la refriega política. Hacen, en fin, los deberes apropiados para perpetuarse el mayor tiempo posible.

¿Qué se observa en la otra orilla del río político?. Nada. O mejor dicho, ocurre todo lo contrario: quietud, espera, resignación y estupor. Porque se supone que quien más tiene que moverse, idear  y arriesgar es quien ha perdido, aquel que necesita salir del pozo. Pero no sucede así. Los socialistas esperan la nueva derrota electoral en Cataluña como quien se nutre de la fatalidad. Han hecho suyo el discurso de la derrota, el de la imposibilidad de vencer por mucho tiempo a causa de sus graves errores anteriores. Así las cosas -y de no mediar la actuación de «un grupo de troskistas» que le roben la cartera a Rubalcaba como otro «grupo troskista» encabezado por Felipe González y Alfonso Guerra hiciera con Llopis en Suresnes– estamos abocados a una España gobernada por derechas de múltiples caras por muchos años. Claro que esta posibilidad no tiene porque ser considerada como un drama. Ocurre, no obstante, que el sistema democrático, como las sociedades o las personas, se desenvuelve como un vehículo de dos ruedas (el ying y el yang). Mas, si las circunstancias le fuerzan a rodar  solo sobre una, ésta terminará transformándose en un rodillo. La reanimación de la izquierda, el echar a andar de nuevo de esa segunda rueda que posibilita la alternancia es una necesidad nacional. La ausencia de los socialista es atronadora.

Un comentario en «Vida Interior»

  1. Lástima que las guerras internas del PP refuercen y en el PSOE cualquier discrepancia divida y haga más honda la brecha de ese partido con sus votantes y la sociedad

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