Las elecciones del 22 de mayo echaron a los socialistas de la cancha. Esa noche Zapatero dudaba aún qué hacer pero el grueso de la dirección de su partido lo tenía claro: acelerar el proceso de elección de candidato a la presidencia y dejarse de zarandajas y primarias. Así se hizo. Rubalcaba fue proclamado candidato súbito y desde ese momento lo prioritario fue decidir qué día se celebraban las elecciones generales. Es lo que conocimos el viernes. A partir de ahora toca interpretar otra partitura. El protagonista de la ópera ya no será Zapatero, que tan bien les ha ido a los populares, sino Rajoy, el vencedor de las justas de mayo y protopresidente del Gobierno. Toca conocer las fórmulas que trae para obrar el milagro «del crecimiento económico y del empleo en España sin recortes sociales«. De momento no se conocen y puede que ni siquiera la mayoría las espere. Rajoy ganará por agotamiento del contrario.
Así las cosas, ¿cuál es el papel de Rubalcaba?. Sobre todo descubrir las vergüenzas del que se cree vencedor. De momento, le ha recordado que las recetas de Aznar (la simiente de la crisis) ya no valen y que al PP no se le conocen más propuestas. La opinión pública hasta ahora solo ha visto la cara cetrina de Zapatero porque el foco político-mediático se ha centrado en él disimulando al resto. De Rajoy no conocemos ni el color de su corbata pero tiene todas las papeletas, urnas mediante, para ser Presidente. Así que debemos preguntarle por el qué, el cómo y el cuándo.
No deberíamos olvidar que todos los cambios de gobierno producidos por causa de las dentelladas de la crisis no han resultado. Muchos creen que el día a día de la gente corriente en España será bastante peor de ganar el PP así que pase un año, incluso si seguimos creciendo y reduciendo desempleo. La guadaña de los recortes sociales y las privatizaciones son su programa cierto.