Una firma multinacional italiana se hace cargo de la explotación y conservación del Coliseo romano, con seguridad la obra en pie más representativa del imperio. La noticia, sin embargo, ha resultado ser más un alivio que el principio de una polémica.
Tan mal está la gestión pública de los bienes compartidos (y no digamos los culturales) que se agradece (?) la irrupción de lo privado en el corazón mismo de los bienes estatales. Así están las cosas en la Europa de la crisis. Si los gobiernos no logran equilibrar sus cuentas generales por métodos ortodoxos, tendrán que empezar a alquilar, ceder, vender…a los ricos, los tesoros de todos.
El ejemplo italiano no es el primero, aunque sí muy llamativo. Existen informes de consultoras multinacionales, como no, que anotan las propiedades públicas más destacadas de los países en graves dificultades y le dan un valor en dólares. Museos, palacios, obras de arte, joyas, edificios singulares, grandes patrimonios públicos de toda clase de la vieja Europa esperan inventariados por si las moscas, por si acaso hubiera que echar mano de ellos de la misma manera que se tira del joyero de la abuela cuando la familia entra en serios apuros.
Es ésta una nueva deriva de la crisis que podría morder los símbolos nacionales si acaso no le saciara lo suficiente la ruina de los países y sus legiones de parados. Puede que se deba a ello el estiramiento de imaginación de nuestros dirigentes. Sin ir más lejos, nuestro modoso Zapatero ha cogido la hucha y se ha largado hasta China en busca de ayuda para tantos frentes abiertos, en especial ese de salvar la conversion de las cajas de ahorros en bancos. Aunque hay otros más excesivos; Sarkozy y Cameron han forzado una guerra contra el loco de Trípoli para distraer la atención de sus opiniones públicas ofuscadas. En fin, malos tiempos para la belleza también. A este paso hasta Carmen Cervera pasará por ser una refinada y muy cortés mecenas.