La fragilidad de la globalización

Paula Nevado
Fotografía: Paula Nevado

Ahora, cuando la extensión por el mundo del coronavirus y sus estragos reales y emocionales son un hecho, el gran problema de las élites económicas y, claro, políticas, es qué va a pasar con (su) economía, sus dividendos, sus bonus, su soñado camino hacia la victoria y la acumulación de dinero. Manifiesta mucho más pavor ante ese apocalipsis (no deja de citar el crack de 2008 como referencia aún fresca) que ante el vuelo incesante del virus. Se trata de que la vaca del mundo no deje de dar leche y continúe su misión, a pesar de que las fábricas de componentes chinas y otras estén a medio gas.

Así que se demanda con urgencia incentivos fiscales, bajadas de tipos (la Fed ya se adelantó), ayudas para soportar costes laborales de todo tipo, como ERES o ERTES, etc. Y hasta leemos curiosidades como la que señala el experto Carlos Arenillas en El País, que solicita a los gobiernos que pongan a volar sin demora el llamado “helicóptero monetario”; esto es “la creación de dinero del Estado a través de su banco central que se entregará directamente a los ciudadanos”. Agrega, por si acaso no se cree la mamelucada, que este aparato ya vuela en Hong Kong  donde “cada uno de sus residentes permanentes mayores de 18 recibirá en efectivo unos 1200 dólares (…) un pago total equivalente a unos 15000 millones de dólares”.

Así que nuestro gobierno revisa su estrategia económica y trabaja en un plan “de garantías estatales para que el crédito fluya a las pymes (…) y se levantará el pie en aquellas medidas que puedan presionar más a las empresas como determinados cambios en la reforma laboral”. Claro que nadie asegura que estas medidas de urgencia, y más, vayan a paliar los estragos que ellos mismos anuncian; porque algunos incluso ironizan con que para qué necesitamos asegurar la liquidez del ciudadano cuando no se le va a dejar salir de casa y tantos establecimientos de consumo cierran.

No hace falta ser economista y mucho menos adivino para tener la impresión de que estamos ante otra encrucijada singular y alarmante, y no estamos seguros de si el pienso que echemos al lago con la intención de alimentar a los peces no sirva en realidad para que aquel acumule más barro.

Pero la cábala da respuestas de llanto. Anuncia otro drama a las puertas. De momento, estos viajes a casa para pasar la cuarentena, teletrabajar, cumplir con un ERTE de urgencia o sencillamente ir al paro, son escasos aunque llamativos y sintomáticos (“Cuando la barba del vecino veas pelar…”).

 

«La cara oculta de la globalización asoma afilada».

 

Los casos aumentan por días en todo el mundo. ¿Dónde está  el límite? Este es el debate nuevo que se cuela. No tenemos experiencia en la gestión de sociedades enteras retenidas, atrincheradas y en cuarentena. Solo sucede algo parecido en tiempo de guerra. ¿Habremos llegado a ser acaso una sociedad global incompatible con las radicales indicaciones de la sanidad pública? Puede. Lo único que comenzamos  a dar como cierto es que la cara oculta de la globalización asoma afilada.

Después de casi dos décadas guiada obsesivamente por la obtención del máximo beneficio y transformando todo lo vivible en negocio, aparecen secuelas nunca pensadas, imprevistas por tanto. Porque llevamos demasiado tiempo de disrupciones sin pensar en absoluto en otras consecuencias que no sean la acumulación de riqueza y poder.

Solo recientemente una parte destacada de humanos hemos llegado a tener cierta conciencia de la catástrofe ambiental que se nos avecina. Pero existen muchas más en gestación o latentes. La brújula imantada del mundo no sabe orientarnos sobre las derivas indeseadas de la codicia, el deseo ilimitado y la búsqueda ansiosa de la felicidad permanente. Todo esto lo obviamos, lo apartamos de nuestro deslizante y muy rápido camino porque nos distrae del objetivo de nuestro viaje.

Los más avezados ya habían concluido que las rayas rojas de nuestro sueño postmoderno por el momento están en la escasez de energía eléctrica, la caída de Internet y la falta de agua. Sin embargo, parece que no hay necesidad de llegar a esos “apagones” para desquiciarnos: ha bastado con que eche andar por el mundo desde la oculta China “un bichito tan pequeño que si se cae de esta mesa se muere”.

PAULA NEVADO
A Paula Nevado, su inquietud y sensibilidad familiar, le han llevado a formarse en diferentes disciplinas creativas y trabajos artesanales. Desde hace años se las tiene con la luz y sus caprichos para adobar con ellos las imágenes que le interesan. Con esta colaboración traslada de manera abierta la búsqueda del mundo que solo puede capturar su ojo. Puedes seguir su trabajo en Instagram: @paula_nevado

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