Políticos, ¿para qué?

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Fotografía: Recogido de humanismomedico.blogspot.com

Hace unos años cuando los populares sacaban a las calles gruesos rollos de papel donde firmar «contra Cataluña», muchos sentimos pánico; como también nos preocupaban las alertas que daban políticos e intelectuales sobre actuaciones del nacionalismo catalán, por ejemplo, el arrinconamiento del español en la escuela. Entonces ya creíamos que aquella sobrexposición política traería consecuencias, pero no acertábamos a vislumbrar cuántas y cuándo. Desde hace unos tres años las conocemos: el nacionalismo catalán -que continúa creciendo- ha decidido romper con el resto de España.

De una manera hasta cierto punto parecida, son ya bastantes años los que llevamos haciendo picadillo a los políticos. Es verdad que la guerra a sablazos la iniciaron ellos (recordemos el eslogan inaugural de todo esto: ¡Váyase señor González!), pero luego todos entramos en la trifulca de tal manera que ya no existe un redactor jefe que se quede tranquilo sin que rotule la portada con un caso de corrupción al día. El político en España -con seguridad por sus errores- vive desde hace tiempo en un infierno de acusaciones. Se le identifica con la corrupción y, crecientemente, con la inutilidad. Demasiada gente se pregunta, entonces, para qué los queremos.

Los nuevos líderes de las antiguas o novísimas formaciones políticas consiguieron encaramarse en los debates televisivos denunciando abusos y postulándose como políticos limpios. Pero nada parece haber mejorado desde entonces. Algunos de ellos han puesto el listón tan alto que difícilmente encontrarán pértigas para superarlo. Pretendían vivir como concejales activos en grandes ciudades con 800€ y mantener las actividades públicas necesarias e imprescindibles tirando del agua del grifo y los restaurantes de menú. Pero pronto han comprendido que tienen que utilizar el coche oficial y celebrar comidas en restaurantes de 40/50€ el cubierto. Entonces les sacan fotos y se filtran las minutas, de la misma manera que se sospecha de ellos cuando acuden a la final de Milán en avión fletado por el Atlético de Madrid. Así que muy pronto serán acusados de indeseables al serle imposible vivir y trabajar como obreros no cualificados.

Los que vienen a remediar el cáncer de la corrupción empiezan mal; pronto puede ocurrirles como a Rajoy que hace poco más de un año, atrapado por un torbellino de casos de corrupción, dijo que todo venía de etapas anteriores. Y dos días tardaron en aparecer facturas sospechosas de 2012,2013, 2014… Pretenden afrontar el mal de la corrupción, el nepotismo y la impericia con duras leyes imposibles de aplicar y rebajando en casos el estipendio del político a nivel de soldada de cabo chusquero, cuando lo que deberían hacer es promover políticas públicas en defensa de valores como el espíritu de servicio, honestidad, trasparencia, lealtad… Y ellos mismos constituirse en ejemplo.

La deriva tristísima de nuestro país, en desencuentro creciente con sus políticos, llega tan lejos que hemos conseguido llevar a juicio a dos décadas de gestión (y memoria) del socialismo andaluz a partir de las fechorías de unos cuantos mangantes en la gestión de un buen puñado de expedientes de regulación de empleo (ERES). El juez cree que un grupo de golfos actuaba a su antojo con el conocimiento de decenas de altos cargos del gobierno de la Junta de Andalucía, incluidos dos de sus presidentes. Ahora muchos piensan -se les ha orientado hacia ello- que Chaves y Griñán están forrados cuando en sus casas no saben cómo van a pagar los abogados que les defienden.

Sí, vamos muy mal cuando incluso personas formadas sostienen que Felipe González pleitea con Maduro porque «quiere recuperar las fincas» que tenía en Venezuela y reconocidos correveidiles de los anejos del poder insisten en privado que es urgente «un gobierno de técnicos». «¿Qué técnicos?», se les pregunta: «Personas formadas y capaces como las que acompañaban a los militares en los gobiernos de salvación cuando eran necesarios».

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