Con la Cara Lavada

La reina Letizia el 19 de junio durante la proclamación de Felipe VI
Fotografía: La reina Letizia el 19 de junio durante la proclamación de Felipe VI
La reina Letizia el 19 de junio durante la proclamación de Felipe VI
La reina Letizia durante la proclamación de Felipe VI el 19 de junio

Los actos de proclamación de Felipe VI como rey han sorprendido bien poco. Ni el discurso, ni el boato y la circunstancia han traído novedades destacables. Tenemos que quedarnos con la presencia de la reina Letizia y sus hijas para advertir algún signo de diferencia. Es llamativo que una reina aparezca en un día tan destacado sin más joyas que sus naturales atributos. Ni tiaras, diamantes, oros y otros entorchados, nada. Casi sólo «con la cara lava y recién peiná», que decía la canción popular y porompompera del extinto Manolo Escobar. Si quería transmitir austeridad, lo ha conseguido; si era un tributo a la sencillez, también. Incluso ha ido algo más allá: ha acariciado la linde de lo espartano. Porque casi nadie en los días más señalados de sus vidas -sobre todo los más humildes- se dejan en casa la joya y las prendas más valiosas. Letizia sí lo ha hecho.

No ha habido pompa y circunstancia en la proclamación de Felipe como rey. Lo más llamativo fue la escolta a caballo de un grupo de coraceros de opereta más inclinados al trote teatral que a la marcialidad, y el desangelo de la calle. Hubo tan escaso fervor entre los pocos miles de personas que siguieron el recorrido escueto de los reyes, como emoción en las palabras pronunciadas por Felipe en el Congreso de los Diputados. Todo fue encajando en una partitura encargada para que no hubiera estridencias y excesos, para minimizar el porcentaje de errores y dejar el acierto y la brillantez para ocasión más propicia. Los nuevos reyes han querido entrar en palacio a pie. La carroza del cuento quedó en las caballerizas y las libreas continúan esperando el tinte.

Sin pretenderlo, quizás, los reyes han acertado en el diagnóstico de España, un país que aún no ha salido del velatorio de sí misma. En estas circunstancias, cuando el dolor nacional es grande por causa de la crisis económica y otras ruinas, los festejos imprescindibles bien se mantienen de madrugada con los íntimos, o bien se celebran a media asta. La proclamación del rey Felipe se ha atenido a la última recomendación.

A la parroquia conservadora le ha faltado el armiño y el oropel aristocrático y tradicional de las casas reales adornando los fastos, y a la gente sencilla -esa que todo lo ve por televisión-, no le han llovido los confetis de la fiesta. Los organizadores sólo se han pasado en el número de invitados a palacio. Demasiados camareros para atender a 3.000 personas, insuficientes cortadores de jamón para atemperar la gazuza que ruge en las tripas así que pasan las dos de la tarde.

3 comentarios en «Con la Cara Lavada»

  1. Muy descriptivo de lo ocurrido y la situación del personal. Cuanto más uno de los nuestros, más consenso sobre para qué dedicarse a lo no necesario salvo aquellos que nada tienen qué decir sobre lo importante y hay tantos que no teniendo nada que decir, se emepeñan en demostrarlo a todas horas …

  2. Para mí lo más llamativo, sinificativo y agradable de los actos de entronización, ha sido la ausencia de ceremonia religiosa y el juramento sobre la Constitución; sin las manidas, sumisas, hipócritas, interesadas y casposas alusiones a Dios. Me gustaría saber la resistencia que ha encontrado esta opción en los círculos de decisión. Y me imagino el gesto agrio de los obispos (para algunos conseguido sin ningún esfuerzo).

  3. Bochornoso el doblado de espinazo de Felipe VI ante una sotana blanca.
    Bochornoso el hincado de rodilla y besado de anillo de Letizia anta la misma sotana blanca.
    Hace siglos un tal Enrique IV, un borbón francés, dijo aquello de «París bien vale una misa».
    Tenemos ejemplos más recientes de la vigencia de esa frase, cambiando París por Madrid.
    La reina Victoria Eugenia pasa de anglicana a católica. La reina Sofía pasa de ortodoxa a católica y la reina Letizia pasa de atea, o agnóstica, a católica. Bochornoso, y repetido, espectáculo. Viva la república.

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