Ti Amo

Teresa Muñiz. Sin título. Acrílico sobre tela 130 cm x 130 cm. Año 2010
Fotografía: Teresa Muñiz. Sin título. Acrílico sobre tela 130 cm x 130 cm. Año 2010
Teresa Muñiz. Sin título. Acrílico sobre tela 130 cm x 130 cm. Año 2010
Teresa Muñiz. Sin título. Acrílico sobre tela 130 cm x 130 cm. Año 2010

Mi amiga Teresa me trae de Italia una botella mediana de limoncello artesano. Es una frasquilla blanca mate acollarada por una filigrana sencilla. No tiene etiqueta, precinto, lectura, reclamo o dato de pertenencias u origen alguno, sólo un «Ti Amo» escrito a mano en su panza. Los dos admiramos su sencillez tan bella, y me cuenta como la consiguió.

Yendo en el tren que bordea la bahía de Nápoles camino de las ruinas de Pompeya hay numerosos bosques de limoneros. Son enormes y avariciosos, y están preñados de amarillos. El tren se paró de repente, no se por qué. En la espera observamos como bajo la arboleda de limoneros intrincada y retorcida, tres o cuatro mujeres se afanaban en ordenar unas botellas fragantemente amarillas y verdosas. ¡Qué maravilla!. No lo pensamos dos veces. Memorizamos el lugar y nos bajamos en el primer apeadero que se detuvo el tren. Pompeya podía esperar. La dueña de esta licorería artesana, María Umberta, nos abrazó y besó, hizo memoria jocosa del novio barcelonés que tuvo en Lloret de Mar y nos cargó con media docena de limoncellos  con nombre de canción: El Vento, Il giardino proibito, Felicitá, La solitudine, Ti amo… Las botellas, con sus corchos, se las trae su primo de Salerno, Tommaso, de un pueblo de los alrededores de Roma, el limoncello lo fabrican ellas con los limones (aquí los llamaríamos luceros) de su finca, y los nombres de las botellas se los inspiran las canciones románticas que les sopla la radio. Los estampan a mano sobre el buche de la botella con un rotulador seguro, que varía de color según la emoción que les inspira la balada o melodía marchosa.

El detalle de mi amiga da pie a una conversación animada sobre cómo tratan los italianos a sus productos tradicionales, cómo los cuidan y miman, la imaginación que brota de su cabeza soñadora tan práctica, la variedad que nos ofrecen y como nunca diluyen, sino muy al contrario, su esencia. Recordamos decenas de ellos, un rol inmenso que no cabría en este artículo. Dejo aquí testimonio emocionado de sólo tres: el tomate seco de Sicilia, los aceites de oliva perfumados con todo lo que crece en los montes y huertas que les rodean y las alcachofas fritas a la manera romana o sarda.

Sí, Italia y Francia (produits régionaux) se esmeran y recrean en el tratamiento y cuidado de sus productos tradicionales, en ofrecer una variedad múltiple y en la espectacularidad – a veces sencilla, en ocasiones deslumbrante – de su presentación. Los suizos también aprendieron. En sus montañas de Heidi ofrecen sus quesos de mil maneras y otras tantas sonrisas, siendo ellos vaqueros de alta montaña. Hasta en Austria se celebra la miel entre millares de abejas que no te pican.

Sí, el producto genuino de la tierra, que hace décadas se abrió al comercio exquisito en Italia, Francia y Centroeuropa para tentar el paladar y el capricho de millones de urbanitas, llegó también a España por las masías catalanas, la huerta tradicional de valencia, los valles del pirineo y luego, poco a poco, a todo el país. Al igual que nuestra España, tardía y diversa, evoluciona hacia la excelencia o se queda estancado en la mediocridad. Conviven el hallazgo extraordinario: un queso, un vino, un paté…, con montañas de “medianías artesanas” totalmente prescindibles.

Al contrario de lo que se podría pensar de los “españoles tan imaginativos”, sin embargo, no solemos abandonarnos en la recreación de productos excelentes, en su transformación sugestiva, almacenamiento, promoción, etiquetado, etc. Creemos que es suficiente con la calidad y autenticidad del producto y ahí nos solemos quedar, en el punto exacto en el que los italianos empiezan a crear, a dar vueltas a sus cabezas e imaginar cómo pueden elevar un tomate de cinco céntimos a la categoría de un euro, siendo él mismo y sensiblemente mejor al tiempo.

Te alegra ese tarro de miel de flor de encina, pero te apena que el chorro de melaza arrastre una abeja con sus tripitas puestas. Nuestra imaginación parece que busca mejor el refugio de las cocinas, y nuestros mejores esfuerzos los gastamos en las huertas ecológicas. Está bien procurar la mejor calidad del producto, pero donde se pongan hasta diez botellas de aceites aromáticos y ligeros, verderones y amargos o frutales como manzanas quebradas, que se quiten las tres frascas de variado color sin nombre y sin gracia. Puede que estos aceites sean magníficos pero…

En Extremadura les dio años atrás por fabricar (sí, de fábrica) decenas de licores a partir del éxito del chupito de bellota, pero a renglón seguido se olvidaron de auténticas joyas propias y únicas, como el licor de guindas. Hace años que no encuentro uno bueno. Tendré que llamar a mi biblioteca agrícola llamada Carlos Romero.

TERESA MUÑIZ es asturiana pero hecha en Madrid, donde estudio en laEscuela de Bellas Artes de San Fernado, y vive. Crea y enseña pintura desde siempre. La abstración, el color, la determinación y el misterio son los puntales de su obra. Admira algunas de sus pinturas en su web.

Un comentario en «Ti Amo»

  1. Como siempre, que envidia tu perspicacia y como casi siempre mas razón que un santo. Nuestra famosa creatividad se queda como mucho en los lienzos y nunca baja al mercado.

    Llevo tiempo diciendo que en España el «que inventen ellos» no es la mayor desgracia en los tiempos que corren y han corrido tiempo ha, sino el «que vendan ellos» que provocan que detrás de cada cosa casi que se vende en España y/o producido en España y vendido fuera, haya en la gran mayoría de los casos un extranjero al mando.

    No sabemos seducir al mercado y nos pasamos el día metiéndonos con él.

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