Maradona: populismo emocional

Paula Nevado
Fotografía: Paula Nevado

Qué quieren que les diga, la muerte de Diego Armando Maradona y lo que viene sucediendo a continuación me lleva a recordar la eclosión emocional de elogios y lágrimas que acompañó el fallecimiento de Camarón de la Isla en España y, singularmente, en Andalucía. Todavía veo El Diario de Cádiz del día, en el que ni siquiera los pequeños anuncios por palabras cabían, pues las decenas de páginas (una resma parecía) solo declaraban historias del mito del cante jondo. Y las diecisiete páginas que le dedicó ese mismo día El País en su edición nacional.

Uno y otro han traspasado ese más allá ignoto que penetró el sueño de Einstein, y acaso nunca nadie descubra la fuente donde mana el misterio de acontecimientos como el que tocamos ahora mismo: medio mundo compungido por el adiós de un futbolista, que ha sido portada también en todos los periódicos diarios de África y provoca el llanto de su país, Argentina, como no se recuerda desde Evita Perón o Carlos Gardel.

Nadie puede explicarse por completo el suceso. Es un macro acontecimiento que se mece entre lo misterioso y el milagro; estamos en ese territorio inexplorado de las emociones que logran convertir en dioses o semidioses a los humanos por el hecho de meter un gol que redimió la deshonra de un país, y mostrarse luego por el mundo como “un dios sucio”, como lo definió para elogiarle el escritor Eduardo Galeano.

Es tan desmesurado el acontecimiento, que no ha aparecido un crítico deportivo que haya puesto un solo borrón al pibe cuya obra completa se concreta en un puñado de pepitas del mejor oro: goles y deslumbramiento, mezcladas con toneladas de ganga y escándalo. Pero la cocaína y el alcohol, sus otros compañeros en la desmesurada vida del héroe, se diluyen en el fuego del mito que elevó a obra de arte un gol clave con la mano, a la que de inmediato se la inscribió como “la mano de dios”.

 

“Maradona es ya para siempre”.

 

Maradona – ya se podía prever y ahora lo comprobamos – conduce estos días a toda la nación argentina hacia un paraíso de llanto en el que las lágrimas se encuentran con la gloria. Además, el mundo – también del balompié – se encuentra en un momento más que propicio para creer en lo imposible. Sumido en la catástrofe de la pandemia del virus (panza arriba sin recibir un rayo de sol) y zarandeado por los fortísimos y desconocidos vientos de tanto cambio y decepción que padece el mundo, parece que necesitara experiencias oníricas contundentes en las que descansar tantos millones de cuerpos desgastados. Argentina lo está desde hace decenios.

La santería, los paleros, el chamanismo, el conjuro, el espiritismo y las mil clases de droga que soplan están de moda una vez más. Si Hugo Chávez, según escribe Moisés Naím, hizo desenterrar los restos del Libertador Bolívar para emporarse de su fuerza entre cantos de santeros negros, ¿cómo no se va a agarrar un pueblo a la figura de un mito que, desde la miseria de Villa Fiorito donde nació y se crió, llegó a ser admirado por todo el mundo, incluidos papas y presidentes?

Maradona es ya para siempre mientras vivamos los que hemos compartido su hechizo por este mundo (disfrutándolo o mirando para otro lado en ocasiones mil), el semidiós que, como Hércules o Aquiles, prefirió vivir entre los hombres aún sabiendo que había de morir como ellos. Que el mito goce de eterna salud.

PAULA NEVADO
A Paula Nevado, su inquietud y sensibilidad familiar, le han llevado a formarse en diferentes disciplinas creativas y trabajos artesanales. Desde hace años se las tiene con la luz y sus caprichos para adobar con ellos las imágenes que le interesan. Con esta colaboración traslada de manera abierta la búsqueda del mundo que solo puede capturar su ojo. Puedes seguir su trabajo en Instagram: @paula_nevado

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