Un gobierno a toda mecha

Paula Nevado
Fotografía: Paula Nevado

Es cierto que tenemos políticos de cámara (y muchos más de recámara) que maduran durante tiempo excesivo sus decisiones hasta que en ocasiones se les pasa el arroz, como decimos coloquialmente. Rajoy fue uno de ellos. También Obama crispaba a los suyos al rumiar en exceso decisiones que apremiaban su partido y la opinión pública. Los hay – sobre todo en el último tiempo – que gobiernan a golpe de tuit, mediante diario monólogo o declaraciones en medios. Es muy de políticos americanos lo último. Trump ha diluido el impacto de leyes y decretos al convertirlos en exabruptos y mentiras a primera hora de la mañana; y ANLO, el presidente de México, cada día habla a sus ciudadanos para aburrirlos con rancheras del pobrecito.

Se dan otros prebostes que pueden estar semanas callados o en exhibición penumbrosa, pero en cuanto nos olvidamos de ellos, lanzan un misil que revuelve el gallinero político mundial. Es el caso del presidente ruso Putin. Xi Jinping, el todopoderoso presidente de China, es otra cosa. Dirige la última gran nación comunista como si fuera una lenta apisonadora descomunal que no se detiene jamás ni corrige el rumbo, salvo que le lleven la contraria. Por ejemplo, Hong Kong tenía que caer más adelante, pero como la mayoría de sus ciudadanos se ha vuelto díscola, Xi ha adelantado un par de décadas su secuestro. ¿Y quién le tose? ¿Trump quizás? ¿Tiene este hombre algún crédito en el mundo en este momento? Solo se temen su desquicies narcisistas.

Existe otra clase de políticos que se adaptan con rapidez al tiempo (no tiempo) del presente. Toman decisiones pensando en la voraz urgencia de los medios y se adentran en las redes sociales como poceros  amateur rastreando subsuelos de cloacas y servicios públicos invisibles. Son la mayoría, y están expuestos a todo tipo de meteoros e infecciones. Buena parte de ellos desaparece pronto; pensar rápido no parece que sea su fuerte, y las equivocaciones suelen pasar factura muy pronto. De ahí el vaivén de caras de los últimos años. Recordemos ahora a Albert Rivera.

 

“Pedro Sánchez no se ha desprendido del traje de campaña”.

 

Claro que en toda situación extrema normalmente se imponen, o sobreviven, algunos a los que se acaba por poner una corona de laurel más pronto o más tarde. Uno de estos personajes esquivos al desgaste parece ser el presidente Pedro Sánchez. Se maneja con la intuición y el celo político de un Adolfo Suárez, la determinación ideológica (flexible) de los socialdemócratas alemanes de los ochenta; y retiene en el pulmón y las piernas las fuerzas suficientes como para aguantar jornadas ininterrumpidas de trabajo de 16/18 horas. Hasta el momento, se atiene a la costumbre de los arrojados generales que encabezaban las ofensivas al frente de sus batallones. Claro que como la mayoría mueren con las botas puestas, en las escuelas de guerra se inculca a los cadetes que donde más eficaces son los jefes es en el montículo de observación a buen recaudo de la artillería enemiga. Pedro Sanchez no debió de pasar ese trimestre por la academia.

Así ocurre que lleva a su gobierno y buena parte del funcionariado a marcha forzada desde el 14 de marzo pasado que el Consejo de Ministros declaró al país en estado de alarma por la pandemia de la covid-19. En primer lugar fue la hombrada de dirigir el país desde la presidencia del gobierno de la nación siendo España uno de los países más descentralizados y enconados del mundo democrático. Después, miles de páginas de BOE publicando decretos-ley, órdenes ministeriales y miles de urgencias para responder a una emergencia enorme que durante dos meses hizo que nuestro país pareciera un hospital de campaña gigante.

Pero salimos de ese infierno y Pedro Sánchez no se ha desprendido del traje de campaña: cuerpo enjuto y fibroso, corte de pelo militar, traje azul ajustado y corbata roja mínima. Lanza este verano todo el paquete verde previsto para desarrollar durante toda la legislatura; acuerda con empresarios y sindicatos medidas económicas y sociales con la intención de que la bolsa del desempleo no desborde y apunta inversiones millonarias en sectores estratégicos e intensivos en mano de obra. Sí, con dinero europeo, acumulando deuda y más riesgo futuro al tomar la palabra al FMI y al BCE que ha hecho público que gastemos ahora para que no se hunda la empresa y el empleo como ocurrió en la pasada crisis.  Y la semana que entra viaja por media Europa explicándose ante numerosos dirigentes europeos después de haber conversado con largueza con Ángela Merkel.

Pedro Sánchez es de los pocos políticos que cimentan la estrategia en la velocidad de su acción, en la osadía y también en la fuerza que le da luchar por su propia ambición y las ideas que defiende. También es uno de esos políticos que confía en el éxito que se alcanza con la aventura. Parece que no es tiempo para burgueses conservadores, ni para sindicatos de los años setenta.

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