Más debates garbanceros

Paula Nevado
Fotografía: Paula Nevado

En el metro se atiende al móvil con todo esmero, se espera – tieso y quieto – agarrado a sus barras o apoyado en las puertas, y es habitual que encontremos una o dos personas por coche leyendo libros a primera hora de la mañana. Hace unos días reparé en dos jóvenes, él y ella, sentados uno al lado de la otra, leyendo el primero a Proust en un voluminoso tomo y la joven absorbida por las páginas de “Tormento”, de Galdós.

De pronto, me acarició la visión intelectual y humana del grande francés, que tantos hemos querido imitar, y noté la mirada de súplica de Amparo, la Tormento de Galdós, tan angustiada como cualquier otra mujer de la España de mediados del siglo XIX; acosada por el cura y el arriero, buscando su salvación.

Los libros que hemos leído y sus autores emiten algunas de esas hondas que despiertan en nosotros antiguos placeres y largas noches de insomnio frenético. Además, en el año que Madrid sobre todo conmemora el centenario del fallecimiento de Benito Pérez Galdós, es también un gozo que escritores, críticos y lectores (también influencers, dios mío) actualicen la añeja polémica que desde el principio de su éxito literario arrastra el novelista canario hecho en Madrid.

De nuevo, aparecen defensores y detractores, y se agradecería que la esgrima dialéctica de los contrarios creciera y se extendiera, pues a buen seguro veríamos más lectores del autor de “Fortunata y Jacinta” en el metro y a la semisombra de los parques.

Aunque no podemos estar seguros de que los más sonados tiradores de palabras: Cercas, Muñoz molina, Javier Marías, Molina Foix, Almudena Grandes… persistan en su contrapreceres de inquinas y preferencias literarias. Como admitió hace meses Marías en uno de sus artículos semanales en El País, ya no se dan batallas entre escritores, tan celosos de sus textos como críticos silenciosos de las obras de otros. Confesaba que, en ocasiones, le apetecería propinar un mandoble a más de un colega de ficción y otros registros creativos o artísticos, pero se debe ver poco acompañado para practicar tal menester y prefiere mantener el revólver de la palabra en el cajón de la mesa.

Será acaso por ese nuevo y raro pudor (no creo que sea cobardía) de los narradores, que no se aticen entre ellos y derramen entonces sus bilis y amores sobre autores muertos y bien muertos. Pero bienvenidas sean esas batallas, civilizadas y razonables, porque contribuyen a que en los periódicos (quién lo diría) se reivindique sobre la virtualidad o necesidad del realismo literario hoy y se nos informe sobre qué va quedando del experimentalismo literario de autores tan afamados como el Juan Benet, de “Herrumbrosas Lanzas”.

Sostiene Marías que Galdós es “un excelente novelista (…) que no trascendió su época”. Y Almudena Grandes, triunfadora en ventas escribiendo novelas sobre perdedores y sus héroes, por el contrario, mantiene que “en el siglo XXI no existe más abordaje narrativo que el realismo. La ciencia ficción y el género fantástico crean mundos que luego se rigen por la técnica realista”.

 

«Galdós resiste el paso del tiempo».

 

Puede que ambos tengan su razón, porque desde que irrumpen las vanguardias y sus bombas en los albores del siglo XX, todo es ya presente: consumimos y defecamos un siglo en una década, y ya en los primeros años del XXI, nuestra capacidad de carrera y rapiña es tal que incluso estamos dispuestos a devorar a mordiscos la tierra entera antes de que acabe la centuria.

¿Cómo va a permanecer Galdós en este trance? Nadie resiste, o casi nadie. Solo mantienen el vuelo aquellos autores cuya poesía se hizo copla y continúan emocionando en la escuela, como Antonio Machado y el mito de Lorca. Luego, mantenemos otros a los que se les continúa el rastro de su obra al haberse convertido en santones locales, devoción de tribus, referencia de escuelas literarias o cátedras influyentes.

Galdós, el garbancero en boca de un personaje de Valle-Inclán en “Luces de Bohemia”, será uno de esos autores quebrados (fractales) por los devocionarios del yo y la experimentación que, sin embargo, resiste el paso del tiempo absorbiendo las polillas de las bibliotecas clásicas y siendo consultado por aquellos que tienen curiosidad por el comportamiento de las personas sencillas, y los pícaros,  o por quienes desean refrescar el pasado turbulento y muy cruel de la España que acabó devorada luego por la intransigencia de los fascismos.

Que no termine el debate sobre su obra y que sus flamas alumbren a otros autores ahora en el purgatorio de la penumbra y el olvido. Hablemos de libros, aunque sea a golpes… de palabras.

PAULA NEVADO
A Paula Nevado, su inquietud y sensibilidad familiar, le han llevado a formarse en diferentes disciplinas creativas y trabajos artesanales. Desde hace años se las tiene con la luz y sus caprichos para adobar con ellos las imágenes que le interesan. Con esta colaboración traslada de manera abierta la búsqueda del mundo que solo puede capturar su ojo. Puedes seguir su trabajo en Instagram: @paula_nevado

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