Arroz con leche salvador

Paula Nevado
Fotografía: Paula Nevado

Estábamos convocados desde hacía varios días para comer un arroz en casa. Tres parejas, o seis personas y la perra que siempre pulula, es el límite razonable para que se distingan las voces y pueda armarse una sola conversación, eso sí, en mesa redonda. Pero, al final, se apuntaron Chacón y su esposa Lola. Ya somos asamblea, me dije en tanto pelaba los dientes de ajo. Las comidas de los sábados en casa  siempre tienen el mismo formato: largo aperitivo mientras preparo el arroz, y todos de pie picoteando y bebiendo cerca de la isla de la cocina.

Ya están todos. Traen botellas de vino, flores y algo delicado para postre: trufas de chocolate, teja y otras galguerías por el estilo. Me detengo solo en el vino: si es realmente bueno y me gusta, lo refresco en la nevera y lo abro a la media hora. Si no es muy allá, lo retiro de la circulación: con los amigos siempre el mejor vino.

Hoy vienen más animados y políticos ya que las elecciones generales están en puertas.  La cebolla ya trasparenta, pero su intensidad dulzona no logra ocultar el aroma verdegal del  picual de Puerta de la Villas, Mogón, que he dispuesto, generoso, para el arroz. Es un aceite temprano y ya va perdiendo la luminosidad ultraverde de aquel día navideño que me lo regalaron. Es tan poderoso como los gladiadores de Tiberio que morían de pie.

Cuando he rociado los ajos bien picaditos sobre la cebolla que ya amarrona, y el Tomate Raf troceado a cuchillo espera a que lo voltee en el gran perol (también llamado caldero), de la algarabía ambiente se eleva la voz de tenor jubilado de Oterito: “Yo siempre he votado a los senadores de mi partido y ahora no voy a…”. “Pero si vais a sacar más senadores que nadie. La derecha troceada os lo ha puesto a huevo; si hasta en Ávila ganaréis”, le espeta Salmerón.

La salsa huele especialmente bien. En un cazo bien hermoso hierve el caldo de verduras, y el bacalao Skrei, que ya pasé por la sartén dos o tres minutos, al igual que hice con las flores de coliflor, esperan su momento apartados. Y el azafrán cuece lento en medio litro de agua ahora ya de color sacral.

 

Un hombre de cine

 

Pero Oterito insiste: “¿Para qué quiere ir Fernando Colomo al Senado? Es un hombre de cine.” “Pues por eso mismo, para defender valores culturales y los intereses de los creadores, porque no se te escapa que los vienen puteando y mucho haciéndoles optar entre la paga por jubilación y el cobro de derechos de autor.” ” Ya, pero eso lo han ganado en los tribunales. Hacienda ya ha confirmado que se apea de esas exigencias y el Consejo de Ministros ha aprobado la compatibilidad.” “Pero crees que los males de la cultura son solo los impositivos.” “Pues claro que no, en este tiempo tremendo la cultura molesta como un dolor de muelas a la moderna codicia liberal de máximo beneficio y el consumo como única meta; quiere que nadie piense, que la crítica capote. ¿Pero es que de verdad crees que el PSOE no piensa algo parecido que el director Fernando Colomo?” “Anda, anda…”

He volcado el arroz, un bomba delicado y porosísimo que encuentro en Carrefour. Espolvoreo con cuidado una cucharada sopera de pimentón artesanal de la Vera semidulce y rocío dos buenos pellizcos de sal gorda; remuevo con delicadeza y vuelco el caldo del azafrán hirviendo. Miro el reloj lunar de la cocina: las tres menos diez. Es el momento de que también el cocinero se abra una lata de Cruzcampo, porque el vino joven de Montilla se acabó por desgracia hace dos semanas. En la nevera quedan solo cuatro o cinco latas del barrigón Gambrinus. ¡Si ayer puse a enfriar un pack de 24! Cómo bebe la tropa.

El pequeño campamento militante que se ha formado en la cocina-comedor hierve como si viviera la víspera de  una batalla. Ahora es Lola la que defiende – o eso grita nuestra gallega – a Álvarez de Toledo, la derechista con acento porteño que el PP ha puesto de candidata cunera a Barcelona y cuyos arreones verbales consiguen hacer blasfemar a la misma moreneta. “Pero ¿cómo puedes defender la posición política de esa mujer? Es una trumpista provocadora.” “No la defiendo, digo que no todas las denuncias de las mujeres hay que darlas por ciertas, y que esos mamarrachos de Puigdemont, Torra y demás deberían pudrirse en la cárcel”.

 

Camarón

 

Cuando mi cerveza se abre, ssssiiiiifffff, un escalofrío estremece mis neuronas de guardia en el cerebro. ¡Dios mío, Vox ha entrado también en mi casa! Y sospecho que se acabará todo el alcohol disponible y puede que suba el tono de las palabras. Las mesas redondas son ideales para la conversación creativa, inteligente y amistosa (también para la güija, ojo) pero no para la disputa. ¡Cuántas veces hemos visto sacar el revolver al más caliente pistolero del saloon!

Ya he dispuesto las flores de coliflor una a una cubriendo el arroz como una alfombra color alabastro, y removido el perol a conciencia con las manos firmes sobre las asas. El caldo tiene el color verdinegro de la alcachofa, pero huele a puerro y trae vahos dulces de zanahoria. Dispongo los trocitos de bacalao con la piel hacia arriba, vierto un buen chorro de caldo y siembro un buen puñado de perejil fresco troceado a mano. En diez minutos estamos comiendo el arroz.

Han dado cuenta del jamón, el queso, los frutos secos, las patatas fritas, los mejillones… “¡Saca más condumio, criatura!”, le digo a mi mujer. Pero Zelfa, nuestra deliciosa amiga egipcia, dice: “¡No, más aperitivos no, hemos venido a comer arroz”. Miro al tendido y observo que todos asienten. Pero ya han abierto tres botellas de vino. Se va a armar, se va a armar, me digo. Sin pensarlo, pongo el mejor CD de Camarón. Suena “Volando voy, volando vengo”. A ver si el cante del gran gitano los aplaca. Pero no. Ahora despotrican ante la posibilidad de que Pablo Iglesias entre en un gobierno de coalición.

 

Lento y feliz

 

¿Qué hacer? Recordé unas lecturas que aseguraban que el arroz con leche calma tanto como la tisana y algunos cigarritos. Lo voy a intentar. “Familia, el arroz está en cinco minutos, pero quiero que hoy iniciemos la comida de una manera especial y diferente que estoy seguro que nos vendrá a todos bien después de tanto aperitivo: arroz con leche de nuestra amiga Teresa Muñiz.” “¿Cómo? Jajaja”.

Saqué, no sin aprensión, el gran bol de arroz con leche del frigorífico. Mi yo interior decía que nada podía fallar, que nada que esté elaborado por mano experta y durante tiempo, mucho tiempo, decepciona. Y así fue. Porque Teresa dedica más de dos horas para elaborar su arroz con leche. Una taza de arroz convencional, unos trozos de canela en rama, corteza de limón y dos litros de leche entera que irá echando muy poco a poco y removiendo con cuchara de palo a medida que el calor la va absorbiendo. Entretanto canta canciones populares de su Asturias y se acuerda de los nietos; se preocupará porque no tiene cerrado totalmente el día de la nueva exposición y ¡qué hartura de ciática!. Cuando el sol va de capa caída, apagará el fuego y echará el azúcar a su gusto. Unas, muy pocas, removidas y a esperar hasta mañana.

Y así fluyó todo: lento y feliz. Nos entretuvimos volando, dimos buena cuenta del arroz e incluso del vino malo.

PAULA NEVADO
A Paula Nevado, su inquietud y sensibilidad familiar, le han llevado a formarse en diferentes disciplinas creativas y trabajos artesanales. Desde hace años se las tiene con la luz y sus caprichos para adobar con ellos las imágenes que le interesan. Con esta colaboración traslada de manera abierta la búsqueda del mundo que solo puede capturar su ojo. Puedes seguir su trabajo en Instagram: @paula_nevado

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