Restaurante niMÚ: la distinción que no agobia

Paula Nevado
Fotografía: Paula Nevado

El talento, la singularidad, la distinción y la belleza construyen el póker que hace notable al hombre, excelso el arte y abona a las mejores empresas desde que el mundo es mundo. Claro que al éxito solo se llega si empujan la voluntad y la ambición.

Ocurre, sin embargo, que este encuentro de verdades se da en tan contadas ocasiones que incluso el milagro es más frecuente. Así que no estamos acostumbrados a disfrutar de la excelencia y su magisterio. Nos conformamos con sus retales, ¡pero qué maravillas!: la cúpula de Bernini de la Santa Croce, el misterio de la manzana de Newton, Versalles, los motores a vapor y de explosión, la bombilla, Kafka y Baudelaire, Las señoritas de Avignon, los rascacielos de Nueva York, el cine, Foster, Internet…. Y alrededor de todo ello, el hombre luchando por ser único (o sobrevivir) y siempre tentado de hacer trastadas.

A este hombre -que a estas alturas es ya casi todo subjetividad (“el mundo es aquello que deseo”)- le ha dado en los últimos tiempos por salir a la calle para consumir; viajar como un poseso y disfrutar del refresco, la tapa o la copa en los miles de locales que crecen a su paso. Porque nuestras grandes ciudades de Europa abren de orejas los bajos de sus edificios para atestarlos luego de puntos transparentes que invitan, con el imán de su seducción, a comer y beber; a conversar y hacer risas.

En esta batalla dedicada a llamar la atención y diferenciarse del resto, se dan cita todo tipo de talentos y artificios; pasta y engaños; belleza y superchería. Así ocurre que el local que logra gustar es clonado hasta el hartazgo y el producto de moda mancha todas las cartas, en tanto que  la cerveza y el vino -después de crudelísimas batallas a “navaja sacá”-, al cabo, continúan siendo los mismos per secula seculorum.

Es difícil, pues, encontrar un gastro bar o restaurante, que podamos llamar convencional y promocione TripAdvisor, por ejemplo, en el que no  se echen a faltar tropecientas satisfacciones: comodidad, atención, ambiente…, mientras sobran montañas de homogeneidad y monotonía en la oferta, ruido y enredo de sillas, y mesas del diámetro de dedal de costurera.

 

niMÚ: equilibrio y serenidad

 

Los hay contados, pero existen. El pasado miércoles mi amigo José Luis me invitó a comer a uno de esos restaurantes rara avis. Se llama niMÚ (Barquillo 40, Madrid) y tiene clase. Es un local que atrapa la mirada por la distinción, equilibrio y serenidad de su decoración, y la distribución ordenada de sus elementos. Y también porque tiene esa dimensión precisa que con solo un vistazo te haces con el entorno que te rodea. Además, proporciona ese alivio y comodidad que reconforta.

Su decoración es de Pascua Ortega, un arquitecto de interiores con sello propio, que viene limpiando nuestro barroquismo burgués de cornucopias y otros engaños retorcidos, incorporando colores que contienen el desborde y  trazando la línea recta que alivia.  Nueva elegancia en el mismo solar de un pasado oscuro.

La distribución de la sala con sillas muy cómodas y mesas nada exageradas, la atención limpia del buen camarero/a y la cocina tradicional que adecúa su bocado al hombre sin tiempo del momento, completan la baza ganadora de este establecimiento.

Los dueños son veteranos restauradores leoneses, y quienes dirigen y gestionan niMÚ vienen de los mejores establecimientos de Madrid. De ellos traen el conocimiento y la experiencia de manejarse con la calidad y excelencia del plato, el respeto máximo por el cliente, y el trato y el gesto exactos. Pero esa no es la mayor virtud de niMÚ, su fórmula magistral la guarda el polinomio que ofrece (observen la carta) una carta tradicional de evolucionados platos adecuados al ritmo de nuestra sociedad anhelante, trato excelente, corrección nunca afectada y un precio incluso por debajo de su distinción cosmopolita.

Ah, y por su bodega. Tomamos un SANTO Syrah de 2014, un lujo de las tierras de Castilla que se bebe con la ligereza de un armonioso ribera, siendo un vino de gran músculo. Me dijeron que casi no quedan botellas en España de esta añada. Ganó un premio soberbio en Bruselas “y voló casi todo para Oriente”.

PAULA NEVADO
A Paula Nevado, su inquietud y sensibilidad familiar, le han llevado a formarse en diferentes disciplinas creativas y trabajos artesanales. Desde hace años se las tiene con la luz y sus caprichos para adobar con ellos las imágenes que le interesan. Con esta colaboración traslada de manera abierta la búsqueda del mundo que solo puede capturar su ojo. Puedes seguir su trabajo en Instagram: @paula_nevado

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