El gobierno a merced de la estiba

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La noticia de la semana en España quería haber sido el anuncio de que ETA entrega las armas sin condiciones. Pero no. A pesar de tratarse de ETA -la banda que nos tuvo endemoniados durante décadas- ya no estamos para hacerle el más mínimo caso. Que informe a la policía francesa de los lugares donde esconde sus látigos asesinos, y ya. Hasta el día que anuncie su disolución no debería ser más noticia. Ahora que sabemos con certeza que la propaganda conseguida tras la comisión de sus crímenes fue para estos falsos gudaris y su entorno como el oxígeno de los héroes, no vamos a darle ni un titular más.

Quedémonos entonces con otra no noticia de la semana: la torpeza del Gobierno. Sí, porque Rajoy -que se enteró del enredo etarra por boca del lehendakari Urkullu- le abandonan los aliados en el Congreso hasta hacerlo hocicar en una derrota parlamentaria casi inédita: tumbarle un decreto ley. Y es que el Gobierno popular no está entrenado para negociar, y Rajoy, aún menos. No tienen esa habilidad ni están predispuestos al acuerdo. En realidad el PP de los 137 escaños funciona de idéntica forma que cuando tenía la mayoría absoluta en la pasada legislatura: quiero-hacer- lo- que- quiero-hacer-y-si-no-me-lo-aceptan -espero-a-una-mejor-oportunidad. Su especialidad es ver pasar el río y dormir. Solo abandona esa práctica cuando no tiene más remedio que moverse, cuando Bruselas le encañona o la realidad le arrastra en algunas de sus grandes riadas.

Ahora se trata de dar salida al problema de los estibadores en España. Lleva más de dos años sin aplicarse en la búsqueda de una solución y la Comisión multa a España, al tiempo que los consignatarios de buques (más del 60% de todo nuestro comercio pasa por los puertos) amenazan con llevarse el negocio a otros puertos. Después de perder un año largo mareando la perdiz (¿verdad señora Pastor?) al flamante ministro de Fomento no le queda otra que moverse rápido y buscar un acuerdo. Pero los estibadores son gente dura. Los marinos son pajaritos de colores a su lado. Pronto lo sacan de la mesa de negociación con los gorrazos tremendos de sus demandas, una numantina determinación y las simpatías políticas (la mayoría tácticas) de un buen puñado de la oposición.

Entonces el gobierno pasa al plan B, el que mejor maneja y mayores resultados le da: demonizar a los estibadores. Unos señores que ganan 60.000 euros de media, una casta sindical que hacer pasar los puestos de trabajo de padres a hijos… una mafia. Pero no termina de colar del todo. Esta vez no. Vuelve a sentarse con ellos después del tremendo enroque de los descargadores y el fracaso de la negociación de estos con las empresas. Pero lo hace mal: ofrece dinero a cambio de lo que estibadores consideran su derecho y dignidad. Y no tiene más remedio que fiarla a los acuerdos con otras fuerzas en el Parlamento. El PSOE no apoya porque el decreto no va avalado por los sindicatos y Ciudadanos aprovecha la angustia de los populares para desquitarse de tanta humillación a que les somete este partido.

Aunque lo peor de todo es a la conclusión que llegan, y radian al mundo, después del traspié: la legislatura se tambalea porque el Gobierno no tiene seguros los apoyos parlamentarios. De esta manera otorgan otra nueva victoria a la estiba: un puñado de sindicalistas inteligentes y a por todas hace tambalear a todo un Gobierno. Y algo aún más nefasto: vuelve el bloqueo político cuando, que se sepa, Pedro Sánchez no ha ganado las primarias socialistas.

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