Fuera humos

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De vez en cuando los burócratas (como los policías, jueces, periodistas o ciudadanos con determinación) nos sorprenden positivamente al recordarnos, con abundancia de datos y razón, que las autoridades políticas se olvidaron de hacer cumplir la ley, o no realizaron las tareas encomendadas con el tino y la diligencia exigida por las normas y el buen gobierno.

Una de estas advertencias la acaba de hacer pública Bruselas cuando anuncia que abre un procedimiento contra España y otros países comunitarios que se «han olvidado» de sancionar a la multinacional del automóvil Volkswagen, que engañó durante años a todo el mundo simulando con trucos tecnológicos que determinados modelos de su amplísima oferta de automóviles no contaminaban por encima de las normas, cuando ocurría exactamente lo contrario: llegaban a emitir gases perniciosos hasta más allá del 50% de lo permitido por las normas europeas.

La poderosa VW, de la mano de la no menos fuerte Alemania, acompañada del silencio culpable de otras naciones influyentes, fabricantes también bajo sospecha, y al resguardo de más Estados donde el gigante teutón mantiene inversiones y fábricas (o podría instalarlas), se venía escaqueando así de las sanciones clamorosas que traía de la mano el gran caso de fraude. Incluso -se leyó en la prensa crítica alemana- empezaba a dar por cerrado el asunto. Y pelillos a la mar.

Pero el funcionario aplicado tramitaba, lento pero sin pausa, su expediente. Ahora los siete países señalados tendrán que dar la cara por aquello que se les demanda y quizá algo más: ¿Qué hacen por la salud de sus ciudadanos que se asfixian? Porque la fuerza del automóvil -mito de la libertad y uno de los grandes lobbies del mundo- viene estorbando, por ejemplo, para que no aumenten las restricciones de sus emisiones en la Unión Europea en la última década, que el automóvil limpio crezca a trancas y barrancas y que a las autoridades de las grandes ciudades no les moleste el hongo apestoso que envuelve a sus vecinos, a pesar del grave daño como les procura.

La ciudad limpia de humos es una de las grandes ambiciones (acalladas) de la ciudadanía en todo el mundo. Pero se le hace poco caso. Solo las ciudades/ejemplo (que suelen coincidir con las naciones/ejemplo) se lo toman en serio. En España estamos en pañales. Hace una semana el ayuntamiento de Madrid decidió ensayar un corte de tráfico durante días en la Gran Vía, una de sus grandes avenidas. ¿Cuál fue la reacción de los de siempre? Apelar al derecho de quien tiene coche, olvidándose del derecho de quien solo quiere respirar. Claro que este derecho no existe para ellos. Será porque respirar es gratis y no se le pueden exigir impuestos.

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