Comed mucha carne

Foto de Teresa Muñiz
Fotografía: Foto de Teresa Muñiz
Foto de Teresa Muñiz
Foto de Teresa Muñiz

Lo que ocurrirá pronto es que se pondrá de moda que comer carne no es cool. Aunque esta línea de presión social crece ya por numerosos ambientes de ricos y alternativos guapos. Todo empezó cuando se conoció que sus grasas producían ese colesterol que nos embarra las arterias. Desde entonces cualquier historia negativa, sea cierta o no, que se asocie a su consumo  (el sufrimiento animal, el alto impacto medioambiental que genera la obtención de sus sabrosas proteínas…) se añade al rosario de razones para rechazarla.

Pero la presión ejercida por estos sorprendentes animalistas, algo pasivos la verdad, es mínima. La realidad es que no deja de crecer el ambiente favorable para un consumo de carne cada día mayor. Al menos en España, y no digamos en países en loca carrera “hacia la prosperidad”, como China y sus asociados en los confines del Oriente, lo único que no se detiene es el aumento creciente de su ingesta.

Nuestro país consume todavía la mitad de carne que Estados Unidos, el país más glotón de hamburguesas del universo, y en China existen casi mil millones de criaturas que ni siquiera la catan aún. Así que, lo que en realidad está en marcha en este mundo es un creciente y boyante comercio de la carne, que se concentra en pocas manos, se dota de una logística muy sofisticada y precisa, y unas técnicas de persuasión y marketing implacables para favorecer su venta.

Observemos las calles principales, o no, de nuestras ciudades, y atendamos a las cartas de los nuevos (y los que no lo son tanto) restaurantes: la carne envuelta en mil avíos desplaza a decenas de platos. La hamburguesa, las patatas, la cerveza (o eso que llaman cerveza de 40 céntimos), las colas y en ocasiones el (mal) vino se imponen. Y no podría ser de otra manera: el consumo de productos animales no para de crecer. En los últimos cincuenta años se ha multiplicado por seis en el mundo. Este año daremos cuenta de más de 300.000 toneladas, y la previsión de la FAO es que doblemos esta cantidad en el horizonte de 2030.

 En estas andábamos cuando llega la OMS y anuncia que, ojo, el consumo excesivo de carne incrementa de forma alarmante la aparición de determinados tipos de cáncer. Para convencernos (o acojonarnos más) abre a la prensa unas estadísticas que asombran: el cáncer de colon se extiende y permanece entre nosotros como la niebla en los anticiclones de invierno.

¿Y ahora qué? ¿Qué será de esos millones de empleos que crea el negocio de la carne? ¿Cómo podrán caminar grandes zonas del mundo sin el engrase de la riqueza que le proporciona? Ese terremoto no se producirá. Vendrá de inmediato una reacción del sector cárnico mundial (la publicidad y los grandes medios de comunicación esperan ansiosos) para poner las cosas en su sitio justo.

Se darán sencillas pero insistentes recomendaciones para un consumo responsable de carne y derivados, y a ésta se le irán cayendo, año tras año, notables lorzas de grasa que veremos por la televisión con total claridad. El mundo del animal estabulado adquirirá nuevos derechos: alimentación adecuada, espacio y movilidad suficientes y un sacrificio controlado y digno. Seguiremos comiendo más carne cada día porque progresivamente será más saludable y creará más empleo.

Pero estos golpes (ayer el colesterol y sus mortales complicaciones cardiovasculares, hoy el cáncer, que nos come por la barriga a legiones de hombres, y pronto su impacto medioambiental, pues, entre otras consecuencias, el consumo de carne creciente necesitará el aporte anual de agua “de un Mediterráneo”) harán ganar conciencia al mundo del peligroso camino que ha escogido. Cuando todos nos asustamos por las consecuencias negras que trae su inadecuado consumo, siendo disfrutado sólo por el 20% de la población, ¿a dónde se llegará (si es que se llega a alcanzar algún destino) cuando el consumo alcance, digamos que el 50% de la población de la tierra?

Algunos recuperan las abandonadas tesis de Thomas Malthus, quien profetizaba que la tierra tenía una capacidad limitada para alimentar al hombre. Otros, los más jóvenes y apaleados por la crisis, desempolvan el discurso del consumo responsable y apelan a virtudes tales como la austeridad. Algunos más nos recuerdan que volver a la dieta mediterránea -la menos derrochadora en todos los parámetros- nos llevaría a un mayor equilibrio hombre y naturaleza, enfermedad y salud.

Pero en estos años que transitamos, esa máquina tan fenomenal que es el capital (por primera vez en la historia se ve dueño absoluto del mundo y conductor único de su destino) ni quiere ni puede detenerse, y continuará “dando respuestas a las necesidades del hombre” mientras la materia tierra (y más allá) no se agote y seamos capaces de crear técnicas para transformarla.

Así que continuaremos comiendo carne, mucha carne. Nos produce satisfacción y crea empleo. Pero en algún momento esta Era de la carne que vivimos terminará. Lo que desconocemos es después de cuántos estragos.

Teresa-Muñiz3-150x150TERESA MUÑIZ: “En numerosas ocasiones, paseando, asomada a una ventana u observando un objeto, nace en mi la necesidad de detener esa visión. Poseer esa imagen de una manera instantánea y veloz nada tiene que ver con mi trabajo pictórico, pero me sirve de referencia y confirmación de lo que en ese momento me interesa. Esta reflexión viene al caso porque, conversando con Pepe Nevado y celebrando nuestra colaboración tan fructífera que culminó con la publicación del libro Pan Soñado, se me ocurrió proponerle seguir caminando juntos pero en esta ocasión con fotografías. Aquí están”.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*

Cerrar

Acerca de este blog