Una jurista brillante que combatió un infierno criminal

Soledad Cazorla.www.publico.es
Fotografía: Soledad Cazorla.www.publico.es

Reproduzco el comentario In Memorian que me pidió El País y publicó ayer este periódico sobre la fiscal Soledad Cazorla, fallecida el lunes día 4.

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Soledad Cazorla.www.publico.es

La última vez que quedamos a cenar con nuestras parejas respectivas, Joaquín «su pared maestra» y mi mujer Blanca, fue el pasado jueves 30 de abril. No podía ser otro día, su hijo Joaquín venía de Londres el día 1 «y quiero todo el tiempo para él». Hablamos de los temas de siempre: de nuestras familias y los temas del momento. Pero Soledad volvió hacer patente (¿la tercera vez en poco tiempo?) su malestar por la acumulación de medidas, normas y leyes represivas que nuestro ordenamiento jurídico venía incorporando desde hacia unos cuantos años. Y comentó que se iba a detener a estudiarlo con tiempo y determinación crítica.

Luego, el domingo 3, Joaquín hijo me llamó a eso de las dos de la tarde y me da la noticia: «Derrame cerebral masivo. Los médicos dicen que no hay nada que hacer, pero sigue en la UVI». Tras el puñetazo de dolor, se remueve la certeza permanente: la muerte nos sorprende siempre como una coz de caballo en el pecho.

¿Quién fue Soledad Cazorla? En primer lugar, mi amiga, y luego la mujer que me descubrió que la justicia es posible si de verdad crees en ella y perseveras sin desmayo alguno en encontrarla. Algo así como el afán que tienen los mejores periodistas por buscar la verdad, incluso entre los bombardeos.

Soledad, con un brazo removía la vida de su familia: la salud de Tito, su marido, y el vuelo de sus tres hijos varones recién licenciados y tan tiernos para bregar en esa selva que es el mundo laboral, y con el otro su alta función como Fiscal de Sala de Violencia contra la mujer. En este desempeño a destajo y después de diez años, no sólo había alcanzado los méritos del catedrático para comprender este infierno de crímenes, sino que había comenzado a tener algunas certezas absolutas «por no decir científicas» sobre la deriva que toman estos crímenes tan singulares como espantosos.

En un artículo publicado en este periódico el 21 de febrero de 2006 escribió: » A las víctimas de esta violencia no se las elimina de un golpe y ya está. Eso para los maltratadores no es suficiente; hay que infligir más dolor, un añadido que nos debe hacer meditar. Las matan cuando vuelven de ver la cabalgata de reyes con sus hijos; las someten a tal paliza que pierden la vida golpe a golpe; se introducen en la casa y la incendian a pesar de que dentro estaba la mujer, la hija, la suegra; las apuñalan y, lo más dramático que yo he leído, matan primero a la hija en común para que lo vea antes de morir la madre y pareja que no soportaba más la desigualdad y la humillación a la que se le quería someter».

Y hace sólo unos meses comentaba a un grupo de amigos y colaboradores: «Terminaremos por vencer a los maltratadores, porque a pesar de las dudas que nos traen estos tiempos de crisis, la lucha por la igualdad de la mujer no cesa: vamos a más».

Soledad era una fiscal muy preparada y brillante. Se imponía gracias al estudio exhaustivo de los temas, su fuerza y personalidad arrolladoras y, sobre todo, por sus convicciones: una Soledad segura, era una Soledad ganadora. En los momentos de gran desánimo «me han matado a tres ayer», sufría como cualquiera de las familias de las víctimas, y era imposible que nadie pudiera sacarla de su duelo.

También era muy austera y familiar, y coleccionista de cachivaches de chamarilería o anticuarios escondidos. Le entretenía más que nada en el mundo sacarles su brillo genuino y que las bisagras, llamadores o portezuelas dejaran de crujir. Además, llegó a ser una experta en dar agua y luz, o sea, vida a las plantas de su casa. En cada ventana se encontraba un jardincillo apretado de diferentes plantas y flores, pues mandaba la intensidad y el tiempo de exposición a la luz natural.

Se ha ido una mujer que será recordada por mucho tiempo. Fue la primera Fiscal de Sala de Violencia contra la mujer, ¡y que primera! Ha formado, con la ayuda de la Fiscalía del Estado, un equipo de fiscales (la mayoría mujeres) que harán que el rodillo en movimiento contra el maltratador no se detenga. No conocí a nadie que creyera con tanta firmeza en la igualdad entre el hombre y la mujer. Y que la defendiera con voz tan atronadora.

4 comentarios en «Una jurista brillante que combatió un infierno criminal»

  1. Coincido plenamente con tus comentarios Pepe y tengo que añadir que desde el aula que compartimos en la Facultad de Derecho de la Complutense Soledad destaco por su calidad humana y su capacidad de comprensión del complejo mundo jurídico en el que nos adentrábamos como estudiantes. No eran muchas las mujeres que entonces cursaban estudios universitarios, pero algunas de ellas, como Soledad, destacaban de manera especial, hasta el punto de que nuestro profesor de Filosofía del Derecho, el querido Gregorio Peces-Barba, que también nos dejo no hace muchos años nos la ponía reiteradamente como ejemplo de dedicación y buen hacer. Posteriormente la vida nos deparó continuar y profundizar en nuestra relación de amistad junto a su marido Joaquín y hoy ante su perdida inesperada solo se me ocurre decir que para mí fue un placer caminar por la vida con la amistad de Soledad Cazorla. Siempre te recordaremos.

  2. Acabo de enterarme al leer este blog de quién era en realidad Sole, la querida amiga de mi querida amiga Cali.
    Por lo que decís, ha debido ser una persona excepcional y aunque yo personalmente lo siento muchísimo por Blanca, que está hecha polvo, ahora que sé a lo que dedicaba su esfuerzo profesional, lo lamento también por Soledad Cazorla, porque aún queda mucho camino por recorrer y ella, injustamente, se ha retirado antes de tiempo.

  3. Cuanto lo siento Pepe, me enteré ayer.
    Sé lo que significaba para vosotros y leyendo tu artículo la he conocido
    mejor. Debió de ser una gran profesional yuna gran mujer. Que descanse con paz.

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