Banqueros en la escuela

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Fotografía: banqueros españoles.www.periodistadigital.com

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Atiendan, esto es real: banqueros españoles (José Antonio Álvarez, Ángel Cano, José Guardiola, Pedro Guerrero y bastantes más) van a impartir una serie de lecciones en un centenar de institutos de enseñanza media en toda España durante los próximos tres o cuatro días.

Como no podía ser menos, tratándose de personas de su categoría y suficiencia, manifiestan que «si hubiesen existido cursos de este tipo hace unos años (Zapatero, volviste a cagarla) se pudieran haber evitado escándalos como el de las participaciones preferentes‘». ¡Toma ya! Al entender de José María Roldán, presidente de la AEB y autor de la frase, con una o dos horas de sus clases resultará que nuestros adolescentes adquirirán conocimientos suficientes sobre sus trucos y ese diluvio de productos financieros que nos cantan en las oficinas bancarias y relatan sus pasquines publicitarios.

Da para una larga tarde de risa esta iniciativa pedagógica (?). Los banqueros pretenden aliviar su exagerada falta de credibilidad (y crédito) trasladando a un grupo reducido de muchachos que si hubieran tenido una información mínima del intrincado mundo financiero (en realidad una monstruosa tela de araña incomprensible) igual pudieran haber advertido a sus padres y abuelos dónde se metían cuando unos procuraron una hipoteca con cierta letra pequeñísima adosada y los otros un seguro para sus ahorros que era todo riesgo.

Estamos ante una versión a la banquera de ese otro mantra viral y asesino de autoestimas que nos responsabiliza de haber vivido por encima de nuestras posibilidades. Le dirán entonces, según anticipa Roldán, que deben aprender lo suficiente de sus manejos para que en lo sucesivo ellos tengan mayor dificultad en enredarles.

Mas, aparte de la iniciativa -que al cabo es sólo pose y propaganda-, es demasiado cargante ya que los adultos de toda condición y profesión insistamos en acudir a la escuela para purificar en ella nuestros fracasos. Como si al niño o al joven una charla de banquero, la demostración de un bombero o las manos frotadoras de una enfermera sobre una espalda dolorida, se les quedarán grabadas para siempre en el coco como si se de una aplicación informática de uno de nuestros iPhone se tratara.

Dejemos la escuela para los maestros y sus alumnos, animemos a los padres, el barrio y las autoridades a ser más participativos en la educación. Y sobre todo hagamos ciudadanos libres y espíritus críticos, pues ya se encargarán ellos de saber de qué va eso del mercado de bonos y cómo defenderse de tantas comisiones como aplican estos banqueros que les hablan.

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