Amar Cataluña

Se extiende la impresión de que la legislatura esta prácticamente agotada. Por las avenidas del país se respira un aire parecido al que se olía en el invierno de 2011. Entonces, el presidente Zapatero era un zombi que trastabillaba y anunciaba su retirada. Hoy se evidencia una estampa de Rajoy no menos penosa. Lidera el ranking de políticos europeos más rechazados y nada indica que pueda recuperarse de tamaño baldón en el corto plazo. Su talento político está tan en baja forma que tardó tres días en opinar sobre el «referéndum» catalán y sus consecuencias, y todo lo que se le ocurre decir es lo que declamaba hace un año.

Y frente a las similitudes, las diferencias. La principal es que hace cuatro años nadie dudaba de que el PP ganaría con rotundidad las elecciones y que su alternancia imprescindible nos pondría en la proa de la recuperación económica. Pero el principal compromiso electoral de los populares hace aguas. Ahora, a pesar de su propaganda, somos más pobres, estamos más endeudados, masivamente deprimidos y envueltos en un terrible episodio de secesión territorial de Cataluña. Y algo aún más determinante: sin alternativas políticas claras. La izquierda, nucleada siempre entorno al PSOE, se divide en dos mitades, la de los socialistas sin crédito (aún) y ese movimiento llamado Podemos que da miedo (aún). Nada definido por tanto.

Además, se cuela cual gas venenoso, un descrédito de los políticos y la política sin precedentes en los últimos 35 años de España. Dicen los buenos politólogos que ningún país puede sostenerse con sus políticos «apedreados» por los ciudadanos y sus instituciones con grietas de una cuarta en las crujías que le dan el sostén principal. España aún se mantiene en pie, pero nadie sabe si hasta aquí llegó la devastación o nos quedan más círculos que bajar en este infierno de impericias.

 Así las cosas, el quebradero de cabeza más urgente del momento, la cuestión catalana, tiene todas las trazas de seguir siendo gobernado por Artur Mas y sus coaligados de ERC. Nadie encuentra una mesa donde hablar y menos aún dispone de ajuares que intercambiar. En esta situación casi al límite, quizás lo más útil sería colocarse más pronto que tarde en el escenario de un probable referéndum a la escocesa, también en Cataluña. Claro que ante una hipótesis de esta naturaleza, políticos como Rajoy deberían estar alejados 1.000 km del epicentro político, pues el sí a la independencia de Cataluña estaría cantado.

 Se necesita una urgente renovación política y de políticos para recuperar la confianza en España y para que sigamos estimando a esa nación llamada Cataluña, que tanta personalidad y satisfacciones dio siempre a España, a pesar de lo que ahora nos parezca.

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