La Final

A todos nos ha «tocado» el Mundial de fútbol de Brasil por la decepción tan temprana que nos trajo La Roja y, luego, a causa de la devoradora garra de una Alemania en estado de gracia – entre memoriosa y latina -, y siempre como un guerrero romántico peleando sobre el césped. Pero quizás haya sido el fiasco  tan rápido de Del Bosque (¿por qué no ha dimitido un hombre que debido al apego emocional por unos hombres más en birria que en forma condujo a la selección al ridículo?) el que nos ha llevado la atención hasta otras selecciones y otro fútbol para sorprendernos y gozar de perlas nacientes como el colombiano James Rodríguez o equipos totales e infatigables como la selección de Chile; furias livianas, pero decididas y certeras como el equipo de Costa Rica y disciplinas tácticas, tan armoniosas como elásticas, que el veterano Van Gaal supo inculcar en sus holandeses. Las selecciones africanas tan fervorosas en la indisciplina como generosas en la carrera, y esa Italia tan decente apeada del concurso, a pesar de los conciertos sublimes de balón que interpreta Pirlo, el jugador con más talento del mundo.

Sí, la cortina de la decepción que sepultó a España tan de amanecida ha hecho que todos nosotros adoptemos un equipo u otro según nuestro libérrimo gusto. Así, un miércoles vitoreábamos a Colombia y el sábado corríamos con Italia. Al descargarnos la albarda de La Roja hemos podido disfrutar de otros juegos y también de algunos partidos infumables como el Argentina-Holanda de semifinales. Y hemos descubierto que sólo ganan los equipos que disponen de discurso colectivo: táctica, ambición y entrega infinita, junto al talento destacado de uno, dos o tres de sus miembros. También hemos confirmado que sólo encadenando a los cracks como Messi, Robben, Suárez o Neymar los contrarios tienen alguna posibilidad de éxito.

Ayer, una arrolladora Alemania partía como favorita. Los argentinos convertidos en tortuga inexpugnable a causa de su feble centro de campo, las lesiones de sus flechas y el secuestro de Messi por «las cuatro torres», tuvieron que aguantar las envestidas eléctricas y avasalladoras de los teutones como otrora hicieran los generales de Marco Aurelio en la linde del Rin: nervios de acero, ni un paso atrás y esperar el momento para que sus mejores espadas abrieran caminos entre tanto guerrero agotado.

Pero no pudo ser. Ganó el mejor. Aunque yo tuve dispuesta mi cerveza para brindar con los pibes.

2 comentarios en «La Final»

  1. La pureza en Navas , Pirlo , Di María , Mascherano , Courtois y en la
    Torcida .

    El sortilegio en el España – Holanda y Alemania – Brasil .

    La trapacería en Robben .

    La magia de Brasil .

    ¿ cómo va a dimitir un tan emérito marqués en un país de encumbramientos exclusivamente ceboneriles ? .

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