Eurovegas, bye, bye

Adiós, Eurovegas
Fotografía: Adiós, Eurovegas
Adiós, Eurovegas
Adiós, Eurovegas

El circo de Eurovegas (juego, tabaco, putas y rock and roll) no pinchará su carpa en Madrid. Sus leones de cartón piedra no asustarán las noches de los gatos y las jirafas de acero y cristal de sus hoteles ya no alumbrarán tal cual la promesa perfecta de Jauja. Salvo los políticos del PP, los  especuladores de suelo y derivados, traficantes de créditos escalofriantes y esa larga batería de crédulos que esperaban trabajo en esta operación marciana, todo el mundo respira tranquilo por Madrid. Sólo a muy pocos gustaba eso de vivir junto a un Guantánamo social, al lado mismo de una excepción legal planificada.

De todas maneras, los hombres de Adelson, el magnate norteamericano que promueve estas frondas próximas al lupanar, no iban muy descaminados cuando llamaron a las puertas de Madrid. En este predio son muy bien acogidos los proyectos que mueven ladrillo, mano de obra a 5 euros la hora y mucho meneito por la noche. Primero Esperanza Aguirre y luego Rajoy los han mimado hasta agotar sus minas de caricias. Y cuando se les acabó el repertorio de nanas que susurrar, la criatura se les ha largado hasta Asia nada menos. Pero, eso sí, este romance de más de dos años nos ha dejado como legado imborrable una hermosa piedra arenisca cincelada de promesas para la eternidad, casi todas ellas horribles: bajada del impuesto del juego del 45 al 10 por ciento (Adelson aspiraba al uno por ciento), permiso para fumar en sus instalaciones, exenciones fiscales e innumerables incentivos económicos que ponían los pelos como escarpias a los burócratas de Bruselas y la promesa de un empleo masivo y salvaje, o sea, sin reglas, o casi.

Al romperse el idilio, el Gobierno se apresura a explicar que él no ha sido, que las últimas peticiones hechas (un blindaje jurídico para garantizarse un futuro sin problemas), eran inadmisibles, que de alguna manera habían tensado tanto el arco de demandas para provocar el no de Rajoy. Sí, en el PP están compungidos y lastimeros porque, ¿qué le van a contar ahora a esa interminable nómina de demandantes de empleo que anotaron los militantes del PP en su agrupación de una gran población de la periferia madrileña?, ¿cómo borrar la frustración de los dueños (y trabajadores) de tanta cementera, cantera, horno o tejar que soñaban con estar en las Vegas del terrón?. Y sobre todo, ¿qué promesa electoral les queda cuando la Olimpiada también voló?.

Sí, Madrid está triste y progresivamente empobrecida. Sus líderes políticos hace tiempo que perdieron su particular flautista de Hamelín y ahora se les agota su particular cancionero de nanas.

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