Despidos Sin Fin

Despidos sin fin. Este es el rótulo que cuelga de la puerta pasadera de esa ajada tienda llamada Marca España. Las noticias sobre desahucios laborales no sólo no amainan sino que acuden más feroces con el paso del tiempo. La última nos la arroja Iberia. Quiere poner a 4 500 personas en la calle, la cuarta parte de su plantilla. Pero no es la única. Son decenas las noticias de ese porte que da la prensa a diario. Ocurre, sin embargo, que ésta es gorda. Tanto que hasta la ministra Báñez lo ha percibido y pide a la empresa de navegación aérea «sensibilidad». Incluso ella, la gestora de la bárbara legislación laboral con la que se estrenó el gobierno de Rajoy, está asombrada. Pero poco hay que esperar de su desconcierto. Mañana dirá que esta legislación laboral unida a la política de reformas darán al cabo sus frutos. Claro que ella no frecuenta los despachos donde el gobierno prepara sus guisos, ella hace y dice lo que le indican, y cuando le acude el desamparo se encomienda a la Virgen del Rocío. Es por ello que no está muy al loro de la inquietud que comienza a embargar a los más conscientes de entre los suyos al comprobar que «el expediente del empleo» no marcha. Su preocupación va en aumento. El país se queda sin dinero y enjambrado de paro. ¿Cómo se podrá detener mañana este monstruo si enfurece?. Además, barruntan  que el Tribunal Constitucional no va a darle el nihil obstat a la ley así como así. Son demasiados los jueces que vienen fallando en su contra y que manifiestan serias dudas sobre su constitucionalidad.

El techo de seis millones de parados se rompe. Nadie sabe cuanto tiempo más podremos vivir sobre este volcán sin que su rabia lo transforme todo en una tragedia nacional cargada de pasiones y hasta violencias. Convendría que alguien con más sentido que el gobierno (antes estos menesteres lo hacia la oposición) le advierta de la urgencia de cambiar el rumbo y le preste apoyo y alternativas. De no ser así puede ocurrir como con los desahucios de viviendas que el gobierno se ha enterado cuando las campanas de la parroquia «tocan a muerto».

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