Patrimonio

Acaba la semana del impuesto sobre el Patrimonio y, quién lo diría, del ruido que nos trae la polémica se extraería la conclusion de que nadie quiere que vuelva a implantarse. ¡Como si en España la mayoría dispusiéramos de un millón de euros que es la cantidad a partir de la cual opera el impuesto!. Así son de fuertes las ideas que la derecha ha hecho calar en nuestro país: que los ricos paguen impuestos ya no mola.

Los ricos, según esta conciencia colectiva en crecimiento, son útiles haciendo productivo su dinero invirtiendo y creando empleo, y no entregando sus cuartos a unos gobiernos manirotos e incapaces y tantas veces corruptos. Incluso en unas circunstancias económicas al límite como las actuales, la derecha occidental dominante insiste en mantener los impuestos a raya y seguir achicando las baqueteadas administraciones prestadoras de servicios públicos.

Es en este terreno esencial, el fiscal, en el que nuestro país viene derrapando año tras año, lenta pero inexorablemente. Aquel monumento a la racionalidad y modernidad democráticas que fue la Ley de Medidas Urgentes de Reforma Fiscal, impulsada por la UCD de Suárez, que apoyo todo el arco parlamentario en 1977 y que llegaría a ser nuestra auténtica constitución fiscal, se desmantela día a día por la imposición de los gobiernos conservadores y el olvido de los nuevos socialdemócratas. Cuando, aún en la oposición, Zapatero dijo que bajar impuestos era de izquierdas, se apuntaba a esa corriente liquidacionista. El quien más tiene más paga, que fue principio democrático fundamental, (multimillonarios como Warren Buffett o Bill Gates, lo siguen creyendo) va cayendo en desprestigio hasta convertirse en antigualla socialista a la que arrinconar.

Y en esas estábamos cuando el candidato del PSOE, Rubalcaba, con regustos a escuela clásica, fuerza la reimplantación del impuesto. Luego los sindicatos van a más y profesores y estudiosos también se apuntan pues ven peligrar la protección social y, por tanto, la paz.

¿Pero es el momento de abrir un debate sobre una reforma fiscal global?. Como sentencia el clásico del oeste: yo no lo haría, forastero.

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