Un invierno frío y una última semana gélida

En España tenemos un invierno frío y una última semana gélida. Combatirlos es cuestión de abrigo y calefacción suficientes. Hasta ahora no ha habido problema. No faltan ni paños ni energía abundantes e incluso baratos. No ocurre igual en otros países europeos. Los rusos le han cortado el suministro de gas por un problema, digamos, menor: divergencias en el contrato. En plenas fiestas de fin de año, Rusia cancela el aporte de gas a Ucrania y, como quiera que el tubo que lo transporta sea el mismo, deja de llegar a Hungría, Rumanía, Bulgaria, Eslovaquia, los Balcanes… Es decir, vuelve a recordar a la vieja Europa, que diría Aznar , hasta donde llegan sus poderes. Sucede, no obstante, que esos estados, salvo Ucrania, forman parte de la UE, entidad política obligada a protegerlos de tamaño desvarío. Pero Bruselas no tiene músculo suficiente. Los países de Este son sus últimos inquilinos, los que menos conoce y, acaso, los no tan queridos. Y Putin lo sabe.

El nuevo zar plebeyo de la imperial Rusia lleva un cierto tiempo avisando a Europa (y USA) de que la gran nación de Iván el Terrible está de vuelta en la escena mundial como gran protagonista tras unos años de crisis. El pasado verano invadió Georgia y pocas semanas después dejó ver a su armada desde La Valetta barroca… y el malecón de La Habana. Rusia ha vuelto y pica nuestra puerta con llamador de bronce para que nadie deje de saberlo. Lo más probable es que pronto abra la llave del gas y casi todo vuelva a ser como antes. Rusia habrá realizado entonces su penúltimo aviso: que Occidente no tome decisiones de calado olvidándose de ella. Si mañana nos hacemos los remolones puede que el siguiente tiritar sea del resto de los europeos cuando nos restrinja el aporte de petróleo. Moraleja. Estemos atentos a Rusia, incluso en estos momentos de convalecencia de los EEUU.

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